Full text: Año 1.1912=No. 6 (1912000600)

EL MOLINO SILENCIOSO 
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r 'sa, que entonces pareció haber salido 
del suelo escucha con miedo 
su miedo acrecenta, nada. De repente le 
invade un feo sentimiento de odio, de 
envidia, y obedeciendo á un impulso de 
ira, con salvaje carcajada estrella el ja 
rrón contra el piso del aposento. 
Al otro día amanece Juanito avergon 
zado, recuerda confusamente los sucesos 
de la noche anterior, pero aunque ator 
menta su memoria, no logra acertar de 
qué extraño impulso naciere la supuesta 
niñería de estre 
llar el inocente 
jarrón. Sólo sa 
be que fué un 
sentimiento muy 
malo, execrable. 
Con más cari 
ño que otras ve 
ces estrecha la 
mano de Martín, 
y sus miradas 
parecen pedirle 
perdón por un 
grave delito. 
Gertrudis está 
pálida y ojerosa, 
parece haber pa 
sado la noche en 
vela. Sus mira 
das evitan los 
ojos de Juanito, 
y un temblor nervioso agita sus manos 
cuando sirve el desayuno á su cuñado. 
Por decir alguna cosa, habla Juanito 
de las zapatillas de baile; á la vez quiere 
sondear á su hermano, pero Martín ac 
cede desde luego, y quiere que en segui 
da se tome la medida á Gertrudis. Y, 
porque ésta se niega á quitarse las botas 
en presencia de Juanito, se molesta é 
irritado le dice: ¡melindrosa! 
Ofendida estalla Gertrudis en llanto y 
abandona la estancia, para aparecer en 
la tarde, toda avergonzada, con las me 
didas de las zapatillas. 
Por más que Juanito se esfuerza, no 
logra desterrar de su mente el recuerdo 
del jarrón estrellado. Aquel suceso pesa 
extraordinariamente sobre su pecho, y 
tan pronto como se encuentra solo con 
Gertrudis le confiesa apenado: 
—Escucha, he cometido una torpeza. 
—¿Qué cosa? 
—He roto tu jarrón. 
.. que sólo fué un descuido? 
•Naturalmente. 
Creí que lo habías roto á propósito 
—dice Gertrudis 
al parecer con 
indiferencia. 
—No—contes 
ta Juanito— y la 
joven inclina re 
petidas veces su 
cabeza, como si 
quisiera decir:— 
Tú no me enga 
ñas, seguro que 
tuve razón. 
El tiempo 
transcurre. Ger 
trudis y Juanito 
parecen enfada 
dos, y aunque 
no evitan preci 
samente encon 
trarse, ha des 
aparecido entre 
ellos por completo aquel franco é ingenuo 
trato de antaño. 
—Está disgustada por el beso—piensa 
Juanito—sin darse cuenta que también él 
ha variado su conducta. 
Martín está asombrado y no sabe ex 
plicarse el motivo de tan palpable cam 
bio en el modo de ser de «sus niños». 
¿Qué ocurre? ¿acaso tenéis la gargan 
ta enmohecida? ¿por qué no cantáis como 
antes? 
Durante cortos momentos reina pro 
fundo silencio, por fin dice Gertrudis 
volviéndose hacia Juanito:—¿Quieres? 
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1! 
cr 
jC- Spí'íS 
.estrella el jarrón contra el piso del aposento. 
—Sí.
	        
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