EL MOLINO SILENCIOSO
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r 'sa, que entonces pareció haber salido
del suelo escucha con miedo
su miedo acrecenta, nada. De repente le
invade un feo sentimiento de odio, de
envidia, y obedeciendo á un impulso de
ira, con salvaje carcajada estrella el ja
rrón contra el piso del aposento.
Al otro día amanece Juanito avergon
zado, recuerda confusamente los sucesos
de la noche anterior, pero aunque ator
menta su memoria, no logra acertar de
qué extraño impulso naciere la supuesta
niñería de estre
llar el inocente
jarrón. Sólo sa
be que fué un
sentimiento muy
malo, execrable.
Con más cari
ño que otras ve
ces estrecha la
mano de Martín,
y sus miradas
parecen pedirle
perdón por un
grave delito.
Gertrudis está
pálida y ojerosa,
parece haber pa
sado la noche en
vela. Sus mira
das evitan los
ojos de Juanito,
y un temblor nervioso agita sus manos
cuando sirve el desayuno á su cuñado.
Por decir alguna cosa, habla Juanito
de las zapatillas de baile; á la vez quiere
sondear á su hermano, pero Martín ac
cede desde luego, y quiere que en segui
da se tome la medida á Gertrudis. Y,
porque ésta se niega á quitarse las botas
en presencia de Juanito, se molesta é
irritado le dice: ¡melindrosa!
Ofendida estalla Gertrudis en llanto y
abandona la estancia, para aparecer en
la tarde, toda avergonzada, con las me
didas de las zapatillas.
Por más que Juanito se esfuerza, no
logra desterrar de su mente el recuerdo
del jarrón estrellado. Aquel suceso pesa
extraordinariamente sobre su pecho, y
tan pronto como se encuentra solo con
Gertrudis le confiesa apenado:
—Escucha, he cometido una torpeza.
—¿Qué cosa?
—He roto tu jarrón.
.. que sólo fué un descuido?
•Naturalmente.
Creí que lo habías roto á propósito
—dice Gertrudis
al parecer con
indiferencia.
—No—contes
ta Juanito— y la
joven inclina re
petidas veces su
cabeza, como si
quisiera decir:—
Tú no me enga
ñas, seguro que
tuve razón.
El tiempo
transcurre. Ger
trudis y Juanito
parecen enfada
dos, y aunque
no evitan preci
samente encon
trarse, ha des
aparecido entre
ellos por completo aquel franco é ingenuo
trato de antaño.
—Está disgustada por el beso—piensa
Juanito—sin darse cuenta que también él
ha variado su conducta.
Martín está asombrado y no sabe ex
plicarse el motivo de tan palpable cam
bio en el modo de ser de «sus niños».
¿Qué ocurre? ¿acaso tenéis la gargan
ta enmohecida? ¿por qué no cantáis como
antes?
Durante cortos momentos reina pro
fundo silencio, por fin dice Gertrudis
volviéndose hacia Juanito:—¿Quieres?
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jC- Spí'íS
.estrella el jarrón contra el piso del aposento.
—Sí.