Full text: Año 1.1912=No. 9 (1912000900)

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de las edades que se encuentran 
rastros de él hasta entre los cal 
deos y entre los etruscos, l° s 
cuales, si tenían sus dioses, eí 
cambio veneraban aterrorizados 
á sus muertos. 
Los dioses de la muerte eran 
los que de ellos recibían may° r 
reverencia. Mantus, el de la an 
torcha, Alarum, el del martillo 
y Tuculcha, soportando una ser 
piente en su corvo pico de águi 
la, eran las sombrías deidades 
que presidian entre ellos el mis 
terio del no ser y con ceremo 
nias casi brujescas les rendí® 
temeroso culto. Adoraban á l® 8 
almas de ios difuntos porqu e 
podían hacer daño y para tener 
las gratas les ofrecían sacrificio 8 
humanos. 
En Roma el culto de los muer 
tos era el primer culto de la fa 
milia y los funerales debían ce 
lebrarse con toda la pompa q® e 
lo permitiese la fortuna de 
familia del finado. El cadávd 
era lavado afeitado y cubied 
de perfumes, dándosele colore^ 
á las mejillas y á los labios; de® 
pués se le entregaba á los ei® 
pleados de las empresas fune 
rarias, quienes plantaban u" 
Enterramiento de Darío, 
en Persépolis. . 
bes con los cadáveres de las 
personas que perecen en la obli 
gada peregrinación á la Meca, 
siendo un lúgubre espectáculo 
el que presentan las prolonga 
das caravanas de camellos car 
gados de muertos, envueltos en 
innumesables telas y tapices; 
caravanas cuya presencia se 
advierte á lo lejos por el olor in 
soportable que despiden y por 
los nublados de aves rapaces 
que sobre ellas se ciernen. 
Relaciónanse estas costum 
bres con el culto de los muertos, 
tan antiguo y dilatado á través 
Sepulcro medioeval.
	        
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