LAS MUJERES
- - QUE TRABAJAN
-er
IjUiÉN lee ahora La quijotita y su
f¿ prima? ¿Quién toma en sus ma-
, nos, como no sea para alivianar
°ras de fastidio pasadas en algún
c ¡nd ° ° en P ue frí° escaso ve
de ar '°’ ^° S tomos r °ídos y amarillentos
,¡ a ^ S aVer| turas de Pomposa y Pudencia-
^ s ' n embargo ese libro desdeñado
cr >C]
qu e fu
c 'al.
erra . como todos los del Pensador,
e un vidente y un reformador so-
, - Profundas enseñanzas que se ade-
*ant ar ,
fl. n a su época y seguramente in
“yero
íetn e
’ n en el desarrollo de la educación
nina.
a í° ese punto de vista, semejante li-
rtlere cería sin duda la atención de
B
br 0
tJi e 0s educadores y merecerá que se le
edn l0ne a *SÚn día en la historia de la
Cac ¡ón nacional.
£> ar
^ent 8 nOSOtros ’ a h° ra * constituirá sola-
Uri precioso documento sobre las
para hacer un somero estu-
C ° S ^bres
dio comparativo entre las de aquella épo
ca remota y las de ogaño.
Los dos tipos de mujer, bastante llanos
y prosáicos, creados por don Joaquín
Fernández Lizardi, tienen más bien la
apariencia de abstracciones formuladas
para demostrar una tésis, que la de seres
vivos copiados de la realidad contempo
ránea; pero de esta suerte encierran cada
uno de ellos los caracteres propios de las
dos tendencias educativas del tiempo.
La Quijotita se puede caracterizar con
esta palabra: ignorancia. Su prima Pu
denda con esta frase: deseo de saber,
educación racional; pero una y otra se
resienten de la ranciedad de ideas pro
pias de los albores del siglo pasado.
La mujer mexicana, en estos tiempos,
todavía no salía, sino muy tímidamente,
del gineceo donde la encerraba el celoso
carácter español, contagiado por heren
cia y por continuo contacto de las cos
tumbres árabes. Las mujeres, cuando
más, podían saber leer, pero les estaba
prohibido saber escribir, porque este ar
te pecaminoso podría permitirlas comu
nicarse ilícitamente con los novios, y ga
lanes. La casa era un lugar cerrado á to
do extraño y la comunicación de alguno
de ellos con las mujeres de la familia da
ba origen á dramas calderonianos. Aun
que ya Cervantes hubiera escrito su no
vela El Celoso Extremeño, tipos de esta
laya abundaban en las sociedades espa
ñola y mexicana y el hogar hermética
mente clausurado, el padre y los herma
nos vigilantes, los criados dispuestos á
recibir á puñaladas ó arcabuzazos al pri
mer pretendiente que se presentara en
son de facilitar los favores de la niña,
abundaban.
Unos amores eran siempre cosa de no-