Full text: Año 1.1912=No. 10 (1912001000)

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COSMOS 
die cuenta de lo que hacía, fué mantenida 
la resolución tomada. 
No consta, en efecto, que el Santo Oficio 
informara á las Cortes sobre el proceso que 
debía haber instruido al redactor de La 
Triple Alianza y aun es de creerse que no 
instruyó tal proceso. Mas no por eso dejó 
dicha asamblea de verse obligada á tratar 
un asunto' del que Argüelles dijo no debía 
ni hablarse en aquellos momentos, en que 
«las pasiones, los intereses individuales, las 
miras particulares de cuerpos se chocaban 
continuamente y luchaban entre sí»: en la 
sesión del 18 de Mayo del año citado se dió 
cuenta con las consultas que hacían los In 
quisidores Ettenhard y Salinas y don José 
Amarillas y Huertos, como miembros del 
tribunal de la Inquisición en el distrito, 
acerca del restablecimiento de su Consejo, 
planta de empleados y nónima de sueldos; 
y como las Cortes habían estimulado á los 
referidos inquisidores con la remisión que 
les habían hecho del número de La Triple 
Alianza, no pudieron menos de pasar sus 
referidas consultas á una comisión que, no 
pudiendo ser la de arreglo de los tribunales, 
como lo propuso el presidente, ni la de 
Constitución, como lo propusieron los dipu 
tados don Juan Polo y don Mariano Men- 
diola (este último lo era por Queréiaro), fué 
especial y formada por los Sres. Obispo 
de Mallorca, don Diego Muñoz Torrero, don 
Antonio Joaquín Pérez (por Puebla), don 
Pablo Valiente y don Francisco Gutiérrez 
de la Huerta. 
Al día siguiente, sin embargo, fué preciso 
volver á tratar el mismo asunto. El Ministro 
de Gracia y Justicia comunicó á las Cortes 
que había enviado un oficio á los precitados 
inquisidores y á su colega D. Alejo Jiménez 
de Castro, en que el Consejo de Regencia 
les manifestaba la extrañeza que le había 
causado que dichos ministros se reuniesen 
en forma de Consejo, y les ordenaba que se 
abstuviesen de hacerlo hasta que las Cortes 
resolvieran lo conveniente; pero, aunque 
el inquisidor Riesco se aprovechó de la oca 
sión para hacer su panegírico y el de los de 
más ministros del Santo Oficio, el presiden 
te, interrumpiéndole, logró que los ánimos 
no se enardecieran y que ese nuevo asunto 
pasara á la comisión que conocía del ante 
rior. 
De suponerse es que ésta opinaba taim 
bién, como Argüelles, que el restableci 
miento de la Inquisición era asunto que debía 
dejarse en suspenso, como lo estaba el mis* 
mo tribunal en sus funciones; puesto q ue 
transcurrió casi un año sin que presentara 
su dictamen, y no lo hizo hasta el 22 de 
abril de 1812, horas antes de que Riesco 
pidiera á las Cortes que exigiesen á la comi 
sión que diera cuenta de sus trabajos, mo 
vido por un nuevo incidente, relacionado 
con la libertad de imprenta, que había sido 
tratado en sesión secreta del día 18. 
El bibliotecario de las Cortes, D. Barto 
lomé José Gallardo, había publicado, par 3 
defenderlas de los cargos que les había he 
cho el autor del Diccionario manual, su ce 
lebre Diccionario crítico-burlesco, en q ue 
trataba con demasiada ligereza y con no p°' 
ca irreverencia puntos que se rozaban con 
la religión, y como, por ello, en la referid 3 
sesión secreta, los diputados más constitd' 
cionalistas hubiesen mostrado indignación) 
los del partido absolutista se aprovecharon 
de ese estado de ánimo de la gran mayor 111 
de la asamblea para proponer medidas radi' 
cales contra la libertad de imprenta, llevan' 
do, como dijimos, la palabra el inquisido 1 
Riesco. 
A la interpelación de éste contestó el s e ' 
cretario que, precisamente á las diez de I a 
mañana del mismo día, la comisión non 1 ' 
brada un año antes para extender d¡ctam eI ' 
acerca del asunto de La Triple Alianza } 
del restablecimiento de la Inquisición, hab ia 
entregado á la secretaría el resultado de su® 
trabajos. Dióse lectura inmediatamente ll 
ese dictamen, redactado por Valiente á bof' 
do del navio Asia: el dicho diputado y Pér^ 
eran de parecer que el Supremo Consejo d 
la Inquisición fuese repuesto en el ejerció 0 
de sus funciones bajo cierta taxativa ref e 
rente á los negocios políticos, desaproband 
la alocución adverbial por ahora, con 
el obispo de Mallorca y Gutiérrez de 
Huerta restringían el alcance de la mis 1113 
resolución; Muñoz Torrero opinaba que S° 
bre este asunto debía oírse la opinión de l° s 
arzobispos y obispos de los países no oc 11
	        
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