LA ABOLICION DEL SANTO OFICIO DE LA INQUISICION
1167
Pados por los franceses; y á dicho dictamen
seguía otro del obispo de Mallorca, Pérez y
Gutiérrez de la Huerta, en que sostenían
Que el anterior en nada se oponía á la Cons
titución.
Mucha elocuencia y habilidad tuvieron
Que desplegar entonces los diputados libe
rales para evitar que fuese aprobado el in
mediato restablecimiento del Santo Oficio,
Propuesto
Por cuatro
de los cinco
miembros
de la comi
sión, dis
tinguiéndo
se especial
mente en
esta labor el
°tro miem
bro de ella
Muñoz To
rrero, Ga
llego (Don
duan Nica-
sio, el exi
mio poeta),
Argüelles,
Mejía, Don
Antonio Jo
sé Ruiz Pa
drón y algu
nos otros.
No habien
do podido
lograr que
fu ese toma
da en consi
deración la
Proposición
del prime-
r °> por no haberla presentado por escrito, ni
Una del segundo conforme á la cual el San
to Oficio había quedado abolido desde el
momento en que se había expedido el de-
Cr eto del día 17, cuyo art. 19 decía: «Que
dan suprimidos los tribunales conocidos con
e l nombre de Consejos», porque no se ad-
m*tió que el Consejo de la Inquisición fuera
e los suprimidos, por no haber sido esta
rcido por los reyes ni por las Cortes, sino
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Dr. D. Pedro Moya y Contreras,
primer inquisidor apostólico de la Nueva España.
por la Iglesia, procuraron ganar tiempo, ha
ciendo que se tomaran en consideración y
se sujetaran á examen las ideas de que la
Inquisición era incompatible con los precep
tos constitucionales y de que se pasara el
expediente relativo al restablecimiento de
dicho tribunal á la comisión de Constitución,
puesto que el 13 de Diciembre anterior se
había aprobado una proposición que de
cía que nin
gún asunto
que estu
viese rela
cionado con
la Constitu
ción, se de
bería discu
tir sin ser
antes exa
minado por
la comisión
dicha.
Esta se
sión, dice
Don Modes
to Lafuen-
te, «fue una
de las más
n o tables
de aquellas
Cortes»por-
que «se ad
virtió que
los enemi
gos del sis
tema libe
ral se ha
bían pro
puesto dar
la batalla»
y «porque
no sólo el salón de sesiones, sino también
las galerías, se vieron concurridas por
gentes de cierto ropaje que acostumbra
ban poco á asistir», habiendo entre ellas
«gran número de individuos del clero se
cular y regular, contándose sólo de frai
les setenta»; y como, según el mismo
autor, «entonces quedaron frustrados los
trabajos y esfuerzos de los enemigos del
sstema constitucional para reponer solem-