COSMOS
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gre de Abel. Del fondo de sus sepulcros sa
le una voz majestuosa y elocuente á pedir
justicia á V. M. contra las violencias y aten
tados de un tribunal incompatible con los
derechos del hombre, y siendo la Inquisi
ción por principio un establecimiento san
guinario, me atrevo á decir que pide también
su extinción la Santa Madre Iglesia. Porque
si á David, aquel hombre formado según el
corazón de Dios, no se le permitió la cons
trucción del templo de Jerusalem por haber
defendido con su espada al pueblo del Se
ñor, ¿cómo ha de subsistir en la Iglesia la
Inquisición que condena álos hombres álas
llamas?”
Y el discurso de Ruiz Padrón terminó así,
patéticamente: “Señor, nada he pronuncia
do delante de este Congreso, que no sea pú
blico, no sólo á la nación, sino á toda la Eu
ropa. Debo decir que he sido muy conteni
do y moderado en la pintura que hice de es
te odioso y horrible tribunal que desde su
establecimiento en Castilla empezó á desen
frenarse y excederse en golpes de arbitra
riedad, crueldad y despotismo, como cons
ta del breve del Santo Padre Sixto IV y de
otros monumentos históricos que no necesi
to reproducir. Defiéndanlo como quieran sus
patrones y protectores, mas insultan desca
radamente á la humanidad cuando nos lo
pintan dulce, suave, compasivo, caritativo,
ilustrado, justo, piadoso.... ¿Qué lenguaje
es éste, Señor? Yo entro en los magníficos
palacios de la Inquisición, me acerco á las
puertas de bronce de sus horribles y hedion
dos calabozos, tiro los pesados y ásperos ce
rrojos, desciendo y me paro á media escale
ra. Un aire fétido y corrompido entorpece
mis sentidos, pensamientos lúgubres afligen
mi espíritu, tristes y lamentables gritos des
pedazan mi corazón.... Allí veo á un sacer
dote del Señor padeciendo por una atroz ca
lumnia en la mansión del crimen; aquí á un
pobre anciano, ciudadano honrado y virtuo
so, por una intriga doméstica; acullá á una
infeliz joven, que acaso no tendría más de
lito que su hermosura y su pudor.... Enmu
dezco, porque un nudo en la garganta no me
permite articular, porque la debilidad de mi
pecho no me deja proseguir. Las generacio
nes futuras se llenarán de espanto y de ad
miración. La historia confirmará algún día
lo que he dicho, descubrirá lo que oculto,
publieará lo que callo. ¿Qué tarda, pues,
V, M. en libertará la nación de un estable'
cimiento tan monstruoso?.... ¡Basta!”
Tales son los ecos, que al través de un
abismo secular llegan hasta nosotros, de
las poderosas vibraciones oratorias que de
rribaron el edificio del tribunal de la Inqui
sición, como antaño las broncíneas de las
trompetas de Josué derribáronlas murallas
de Jericó. No carecen, ciertamente, de inte
rés histórico, porque quienes los pronuncia
ron no carecían de elocuencia ni de ciencia,
los discursos de los diputados serviles, ecle
siásticos y laicos, que defendieron á la vie
ja institución; más no sólo no creemos opor
tuno reproducir fragmentos de estos discur-
sino que hasta omitimos evocar los nom
bres de los que ejecutaron esa labor in
humana en el seno delas Cortes, porque te
nemos la convicción de que esos nombres,
abolidos en el transcurso de los tiempos,
deben desaparecer ante los ojos déla huma
nidad regenerada, disueltos en esa inmensa
sombra del pasado que se llamó fanatismo-
En la sesión del 5 de febrero quedó apro
bado el decreto que abolía la Inquisición y
establecía los tribunales protectores de la fe
y en aquellos memorables debates sólo se
distinguieron, entre los diputados america
nos, el elocuente y erudito Mejía, diputado
por Nueva Granada como ya hemos dicho,
y D. Andrés de Jáuregui, diputado por la
Habana, en la discusión de la primera de las
proposiciones preliminares. Délos nuestros,
calló desgraciadamente D. Miguel Ramos
Arizpe; D. José Miguel Guridi y Alcocer,
también sacerdote, liberal, ilustrado y elo
cuente, se encontraba en México con licen
cia que las Cortes le habían concedido desde
el 3 de mayo de 1812, y sólo hablaron en la
discusión de artículos de importancia secun
daria D. José Miguel Gordoa y Barrios y D-
Mariano Mendiola.
A la hora de las votaciones, la actitud de
los diputados mexicanos fué la siguiente:
Votaron en favor de la primera proposición
preliminar (La religión católica, apostólica)
romana será protegida por leyes conforme
ála Constitución): D. José María Couto (por