Full text: Año 1.1913=No. 11 (1913001100)

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COSMOS 
Fue á la puerta y la cerró cuidadosamen 
te con sus dos pasadores, luego buscó con la 
mirada una silla, la acercó al lecho y se sentó 
en ella, comenzando á practicar una extraña 
operación. Con sumo cuidado y parsimonia 
se quitó los negros anteojos, luego separó 
del rostro la disforme nariz de cartón que lo 
desfiguraba, despegó algunos pelos que cu 
brían sus mejillas y aproximando la cara á 
la del asombrado repórter le dijo: 
—Voy disfrazado, como usted seguramen 
te ya lo sospechará; pero ahora ¿me conoce 
usted? 
—González!—exclamó Anguiano, recono- 
negocios; me he dirigido por carta á su pe 
riódico, tomando el nombre suyo, y les he 
estado mandando diariamente información 
verídica y oportuna para dar mayor apa 
riencia de realidad al asunto y también por 
que comprendí que muy pronto iba usted á 
necesitar recursos, he pedido esa suma y 
me la hán mandado por correo. 
Anguiano estaba perplejo. No sabía si 
echar á puntapiés al polizonte ó reconocer 
en él á su salvador. 
Por fin pudo decir: 
¿Y á qué se debe tan extraordinario in 
terés? 
Penetró un ser fantástico 
Y GROTESCO. 
ciendo en su interlocutor á uno de los más 
hábiles agentes de la policía reservada. 
—Sí, yo soy—contestó el otro sonriendo— 
y ahora voy á decirle todo lo que he hecho 
por usted: en primer lugar tome usted estos 
quinientos pesos—dijo,—sacándolos de una 
cartera resobada, 
—Pero.... 
—Nada. Son de usted, legítimamente su 
yos. No tiene usted convenido con su pe 
riódico que le darán cierta cantidad por el 
asunto del taxímetro? Pues esto no significa 
más que un adelanto á buena cuenta. 
—Pero ¿cómo ó quién me lo manda? 
—Su director de usted. Viendo yo que iba 
usted á fracasar por causa del daño que le 
han hecho, he asumido la dirección de sus 
A que en cambio de estos servicios yo 
espero que usted no se negará á prestarme 
otros para mí muy valiosos. 
Hablemos claro, ¿qué clase de servi 
cios? 
—Uno sólo: no volver á ocuparse del 
asunto del taxímetro y dejar que yo conti 
núe por mi parte las investigaciones, obli 
gándome á comunicarle diariamente el re 
sultado de ellas, para que no carezca el pú 
blico de su manjar favorito. 
Anguiano, debajo de esta aparente ama 
bilidad, adivinaba una celada. 
—Pero ¿qué interés tiene usted en que yo 
no me ocupe más del asunto? 
—Un interés puramente profesional. Si 
usted me gana en las investigaciones, como
	        
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