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N siglo transcurrido de
cuando los audaces aven
tureros españoles lleva
ron sus pasos por aquella
árida comarca, fundóse
allí un paradero de dili-
£ e ncias sobre la ruta que unía los ya cre
centes poblados del surá los recien fuñ
ados al norte. Primero fue una casucha
esamparada; después, entorno á lapri-
k er a agrupáronse tres ó cuatro. Tratá-
ase de un mísero lugarejo no distante
e una cadena de cerros gríseos, despro
vistos de vegetación, en el término de
en sa y requemada llanura, escaldada
est' ^ S °l’ rasac ^ a P or va hos de horno en
10 , batida en invierno por las incle-
a , en *- es rachas heladas del norte. Suelen
c ^V^as mañanas cubrirla de un blanco
c ®»iciento las nevadas. Apenas si á tre-
^ ps se miran algunos manchones de yer-
tr ajos i es una vegetación chaparra y ras-
^. era > Para bien resistir las furias de los
e ntos, y áspera y recia, para mejor so-
c j r * ar ^°s rigores del sol y las inciemen-
Su|' S ^ n *°' Era preciso que la miseria
giera á conllevar una vida yerma y
ta -l paraje. Sus moradores, como
gad ° CPna e,| f° nces > fueron gente fusti-
. a por todas las estrecheces de un sub-
s ‘ lr precario.
e asa ron los años, muchos años, y se
°gió el paraje para estación cuando
rr ; a ^só la árida llanura la línea del fe-
sit" CarrÍ1; ^ ue S° otro ferrocarril llegó al
t^ 0 .aquel y la estacioncilla cobró impor
r e „| Cla > de transbordo de mercaderías,
arnó buen número de brazos y aumen
tó el de aquellas casuchas terrosas y ne
gruzcas, que entonces rodearon á otra
principal, la de la estación, construida
de cantería. Después, algún errante gam
busino halló la meta de sus ávidas pere
grinaciones por las montañas en aquel
ruin lugar, y algún tiempo más tarde mi
llares de hombres fueron llevados á des
garrar el regazo de la madre tierra en
las faldas de aquellos cerros gríseos cuya
esterilidad hasta entonces había clamado
al cielo vanamente...
Así se formó rápidamente, en muy po
eos años, una ciudad grande, gris, ne
gruzca, fría, sin asomos de arte, pero fe
bril en su diaria actividad. Una ciudad
de hierro y de carbón, coronada por la
negra crestería de chimeneas incontables
que del amanecer al caer de la tarde man
chan el fondo del cielo con las tintas
sombrías de sus inquietas columnas de
humo. No es una ciudad alegre, fácil á
jolgorios y bullicios de fiestas, sino una
ciudad de trabajo, pero de trabajo ávido,
insaciable, que devora energías humanas
incansablemente... ¿Preguntar allí por
teatros, paseos, sitios de bureos? ¿Para
qué? Si apenas existe algún saloncillo de
cine, con trazas obscenas.... Una humil
de construcción de aspecto sórdido es
templo católico; dos ó tres, de mejor
prestancia, templos evangélicos; y se
multiplican cantinas y tabernas, con
abundosa clientela. La febril labor coti
diana apenas si se interrumpe, para des
canso de asalariados y patrones, un día,
ó un medio día cada semana. Parece que
hay una sed de oro imperiosa y fatal y