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ELEFANCÍAS
P EENENÍNAS
CRONICA DE LA MODA
Por «La Marquesa Rosalinda»
ÍL2 jíf olvemos á entrar, mis buenas
(Wk/L> lectoras, en un período de evo-
lución en lo que se refiere á la
' «toilette» que la moda soberana
ha de imponernos.
Al irse el invierno se llevará consigo
todas sus galas: armiños, terciopelos, pa
ños calientes y abrigadores; todo cederá
bien pronto su sitio á las telas ligeras y
vaporosas que, sin duda alguna, impe
rarán en esta vez, como siempre, á la
llegada de la estación en que las flores
empiezan á entreabrir sus pétalos de seda.
Creo, lectora amiga, que estarás de
seosa de saber lo que la moda te depara,
lo que habrá de traerte para la próxima
estación. Prematuro aún es el tiempo.
Febrero no es todavía el mes propicio
Para esas novedades; espera que llegue
Marzo que él será el galante heraldo de
la voluble diosa.
Los notables modistos parisienses es
tán de seguro atareados en sus gabinetes
áe trabajo ideando nuevas formas; crea-
Cl °nes para primavera que harán resaltar
mas y más los femeniles encantos.
Me figuro á aquellos buenos hombres
meditando á veces, ó trabajando activa
mente en otras ocasiones. Son verdade-
r °s artistas; no pintan cuadros, ni labran
marmoles; pero trazan líneas, estudian
n Uevas formas y procuran por mil medios
Raizar la belleza de la mujer, envolvién
dola en una deliciosa elegancia.
Entre otras ideas, Ja que más les pre
° c upa es sin duda la que se refiere á la
Silueta de la moda».
Aunque se vea una dama á distancia,
Puede decir desde luego si es elegante.
Ue sde lejos no se apreciarán, es verdad,
los detalles. No se sabrá si el traje que
esa dama lleva es de finísima seda ó de
tela menos valiosa; no se distinguirán
con exactitud los ornatos; pero sí se verá
la «silueta» y ésta es la que decide en
primer lugar el buen gusto y la distin
ción.
La silueta de la Moda, como hemos
venido observando, y lo he dicho ya va
rias veces en estas crónicas, no ha sufri
do grandes alteraciones en estos últimos
tiempos, ni es probable que por ahora
cambie notablemente.
La amplitud de la falda en la parte de
las caderas es la única novedad en ese
sentido; por lo demás el talle y la parte
inferior de la falda continúan sin varia
ción ó con modificaciones de muy escasa
importancia.
Todo hace creer que por hoy seguire
mos obligadas á las mismas líneas, sin
que valgan para nada las protestas de las
señoras que en todos los tonos se quejan
de las molestias naturales de la falda es
trecha.
A lo más que se ha llegado en esta
parte es á obtener una pequeña amplitud
agregando á las faldas, ya sea por delan
te, por detrás ó por los lados, dos ó tres
pliegues planos, con lo que se anda un
poco más cómodamente que con las «fal
das fundas» que apenas dejan dar paso.
*
* *
En cuestión de telas, vendrán, sin du
da, las que exige la nueva estación; pero
hasta hoy, es decir, hasta el momento en
que escribo estas líneas, no he visto aún
géneros nuevos. El paño, que casi había