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COSMOS
•el valido, Coronel Djemal Bey, retenía de
la parte que se les enviaba, el monto de
sus impuestos atrasados. Las almas carita
tivas de Turquía y Europa que enviaron
sus socorros á Adana, gustarían sin duda
de estar seguras de que el gobierno se
abstiene de toda extracción de dinero por
las dichas contibuciones. Tanto más cuanto
que éste encontró buena, en esta época,
mientras sus hermanos morían de hambre,
la idea de sugerir á las damas armenias
consagraran el producto de una fiesta de
beneficencia á la compra de un objeto de
arte para Mahmoud Chevket pachá.
Es preciso pues esforzarse por devolver
á estas comarcas, tomadas como ejemplos,
al menos la prosperidad de que gozaban en
otro tiempo. Y para esto basta abrir cana
les de riego y hacer efectiva la seguridad
pública. Los gastos ocasionados por estos
trabajos serían insignificantes frente al pro
greso que de ellos resultaría para la agri
cultura, y la riqueza que producirían al
país. Basta para convencerse considerar lo
que ha sido y es Egipto, cuyo suelo no es
más fértil. Estos trabajos de riego en Ada
na y Mesopotamia podrían realizarse con el
concurso del Banco Agrícola del Imperio,
que adelantaría para esta empresa una par
te de sus fondos de reserva y aún deman
daría, al necesitarse, bajo su garantía, las
sumas faltantes necesarias á establecimien
tos financieros europeos. Pero el gobierno
parece estar resuelto á desalentar estas
buenas voluntades.
Uno de los principales obstáculos para
estas grandes empresas es el cambio cons
tante de hombres de Estado, funcionarios
y especialmente de validos. En Smirna,
Beyrouth y otras ciudades importantes; se
ha visto desfilar á una media docena de
ellos después de la proclamación de la Cons
titución. Y esto los priva de toda autoridad
y de toda iniciativa.
¿Cómo, en efecto, los funcionarios pue
den enfrentarse con reformas serias y obras
de gran esfuerzo, cuando están tan poco
seguros del mañana, y, viviendo bajo un
régimen de sospechas, se ven paralizados
por el temor constante de desagradar á es
ta ó aquella personalidad local, y á menudo
á sus subordinados?
El Jefe de Aidin, Nechet Bey, no habien
do querido someterse á las exigencias del
Club Unión y Progreso de su distrito, fué
por orden del gobierno oculto destituido
por Hilmi pachá. Este jefe, enérgico y ap
to, se había hecho querer de la población y
sobre todo había llegado, por severas y
justas medidas, á tranquilizar su distrito,
librándolo de bandoleros. Así los habitan
tes organizaron una grandiosa manifesta
ción para solicitar que siguiera en su pues
to.
En Constantinopla, donde causó gran
irritación esta manifestación tan plausible,
se ordenó al valido de Smirna enviara tro
pas para dispersar á los manifestantes. Gha-
lib Bey, valido de Smirna, antiguo Embaja
dor en Teherán y Berlín, cuyo patriotismo
y honorabilidad son generalmente aprecia
dos, creyó que era su deber suministrar á
sus jefes jerárquicos informes circunstan
ciados sobre estos sucesos, solicitando per
maneciera en su puesto el Jefe arbitraria
mente destituido. Pero como Hilmi pachá,
dócil á sus jefes ocultos, desmintió á Gha-
lib Bey, éste presentó su dimisión.
Por otra parte, en Constantinopla se
muestran muy vacilantes, lentos, para todo
lo que se relaciona con concesiones. Y
cuando se deciden al fin á tratar un asunto,
se imponen condiciones ridiculas, inacepta
bles.
Así, para las obras de riego de Meandro,
en el distrito de Aidin, el Ministro de Tra
bajos Públicos pretendía insertar entre los
cargos una cláusula que permitiera al go
bierno el rescate de la empresa en cualquier
estado de los trabajos, reembolsando sim
plemente, con interés, las sumas inverti
das. ¿Qué sociedad, dicen los financieros,
emprendería semejante labor aceptando que
se le pudiese quitar en cualquier instante
el fruto, sin ninguna remuneración? Los
múltiples incidentes que han surgido en la
reglamentación de la concesión del Eufra
tes, se han debido en gran parte á este es
tado de espíritu.
En otros tiempos, dicen los viejos residen
tes, cuando un funcionai io era probo y esta
ba animado de buenas intenciones, podía ha
cer mucho bien; siendo inepto y pillo, podía
hacer mal, pero aun en este caso la situa
ción no era peor que la de ahora, puesto
que todas las malas prácticas de antes sub
sisten actualmente.
Entre estas malas prácticas conviene citar
el bakchich.
Raymundo Recouly, relatando un reciente
viaje á Turquía, escribía que, como en
otro tiempo, el primer hombre que lo re
cibió en territorio turco fué un sucio
aduanero, que se abstuvo cortesmente de
registrar su equipaje, pero en cambio le
tendió tranquilamente la mano para recibir
su bakchich.
Y este gesto del pobre aduanero es el
gesto de la mayor parte de los funcionarios
y aun de los Ministros. Es el gesto por el
cual se saluda casi oficialmente á los ex
tranjeros que desembarcan en nuestro sue
lo, y con el cual se les acompaña oficial
mente á través del imperio.