Full text: Año 2.1913=No. 13 (1913001300)

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E l nombre de Veracruz evoca glorio 
sas epopeyas mexicanas. No sin 
justicia se ha llamado á esta ciudad tres 
veces heroica, que su nombre está unido 
á brillantes episodios de nuestras viejas 
tradiciones guerreras y políticas. Desde 
su fundación guarda Veracruz le memo 
ria del más hermoso de los gestos que 
hay en la heroica vida del conquistador 
Hernán Cortés: Las costas veracruza- 
nas un día se iluminaron magníficamen 
te, al incendio de las tres carabelas que 
trajeron á la Nueva España la audacia y 
el valor de aquel puñado de aventureros- 
héroes que venían á conquistar un reino. 
La ciudad vió otro día, muchos años 
más tarde, la figura impasible de Juárez 
en el momento más culminante de su la 
bor de reformador. 
La ciudad—hablemos de ella—ha 
cambiado mucho de quince años al pre 
sente. De población malsana que fué, y 
por esa causa una gran población, hase 
convertido en una de las más salubres, 
debida en buena parte esta valiosa me 
joría á la administración del señor Gral. 
Díaz, en sus últimas épocas. Las mag 
nas obras del puerto, cuya necesidad era 
manifiesta, han correspondido bien á sus 
fines y venido á justificar ampliamente 
el calificado de primer puerto de la Re 
pública, que indudablemente lo es y lo 
ha sido por su importancia comercial. 
Pero además, sino todavía, contribuirán 
pronto al engrandecimiento y embelleci 
miento de la ciudad, cuando pasen á 
propiedad de particulares los extensos 
terrenos de la zona federal, ganados al 
mar. El aumento de población por razón 
de la salubridad es creciente, y coadyu 
va necesariamente al engrandecimiento. 
Y las obras de pavimentación con asfal 
to, de sus principales vías públicas, 
complementando las importantísimas de 
saneamiento llevadas á cabo, han remo 
zado el aspecto de la ciudad notablemen 
te y procurado grandes facilidades á su 
diaria actividad. En justicia, es debido 
declarar que Veracruz es una ciudad mo 
derna. 
No hace muchos años todavía, cuando 
se iniciaron las obras del puerto, Vera- 
cruz conservaba mucho de su sello de 
ciudad de la época colonial, de que aho 
ra restan escasísimas huellas. A calles y 
sitios de la población que hoy se miran 
completamente encerradas dentro del 
casco de la ciudad, entonces se les lla 
maba extramuros, porque, en efecto, 
quedaban fuera de las murallas que an 
taño la protegían. De aquellas viejísi 
mas obras de defensa, de tiempos que 
sin estar muy lejanos parecen hoy remo 
tos, queda aún en pie, y está próximo á 
tocar su fin, el baluarte de Santiago, qué 
hoy en día resulta inútil. Y con el en-
	        
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