Como murió Jesús crucificado
TRA vez más en el presente mes
se conmemora la fecha trágica
de nuestra Redención, y contras
tando con el esplendor de la Na
turaleza en la
primavera, la
Iglesia viste lu
to, los matices
cárdenos de la
Pasión y los ne
gros de la muer
te irradian su
dolor y su pena
desde el altar, y
por un septena
rio, al menos, el
crespón del es
píritu del cre
yente invade la
naturaleza que
le rodea y el
llanto de la Do
lorosa se con
vierte en Océa
no de lágrimas,
que suspende,
cubre y enmas
cara la sonrisa
primaveral, y el
color morado de
los hábitos na
zarenos trans
forma las flores
polícromas y
chillonas del
verjel campesi
no en lirios, vio
letas y pensa
mientos tristes,
y los golpes se
cos del martillo
sobre la Cruz,
ponen silencio
en el gorjear de
los pájaros, en
el rumor de las
brisas, en el murmurio de las fuentes, y el
nuevo Jordán abierto en el divino costado
por la lanza de Longinos, viene á quitar de
nuestro espíritu la roña de ingratitud, de in
diferencia y de
olvido que cons
tituye el regoci
jo maniaco del
preludio estival.
Ante el cadá
ver del Hombre-
Dios el alma del
creyente se su
me en reflexio
nes de honda
amargura, y la
inteligencia del
médico se para
un punto á refle
xionar sobre los
dolores físicos,
sobre los sufri
mientos de la
materia y sobre
las particulari
dades fisiológi
cas de aquel su
plicio en Jesús.
La crucifixión
fué antes de Je
sucristo, como
en los tiempos
de Jesús, como
sigue siéndolo
todavía en algu
nas apartadas
regiones del pla
neta, una pena
capital en el ins
trumento de ma
yor tortura y de
más refinada
crueldad. En Ro
ma, como en Ju-
dea, en Egipto
como en Asiria,
se
te
mmm
iisas
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Jesús ante Caifas.
Grabado en dulce, de Alberto Durero, 1512.