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COSMOS
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Los CINCO ERAN HOMBRES RUDOS.
—Pero ¿por dónde había entrado?,—
preguntó el viejo Goussot.
—¿Por dónde? por el vestíbulo, su
pongo. No se cierra nunca la puerta.
—Entonces, ¿ha pasado por encima
de tí?
No, fui yo quien salté encima de él,
que quería huir.
—Mejor era dejarlo ....
— ¡Cómoi ¡y el dinero!
—¿Lo había cogido ya?
—¡Sí, ya lo tenía! Yo vi el rollo de
billetes en su mano, canalla! Mejor me
hubiera dejado matar.. .. Ah! y luché
con él....
—¿No estaba armado?
—No más que yo; tenía sus dedos, sus
uñas, sus dientes. Mira cómo me ha
mordido- Y yo gritaba, llamaba.. ..es
taba sola y soy vieja.. .. lo he dejado
escapar....
—¿Tú no lo conoces?
—Creo que es el viejo Trainard.
—¿El limpiador de chimeneas? ¡Ah,
demonio! sí,—gritó Goussot, es el viejo
Trainard.. ..Me ha parecido reconocer
lo.... Y, desde hace tres días, ronda la
casa. ¡Viejo pillo, habrá sentido el olor
del dinero! Primero una tunda, y des
pués la justicia. Oye, madre, ¿puedes
levantarte ahora? Llama pues á los ve
cinos; que corran á avisar á la gendar
mería .... Mira, el criado del notario tie
ne una bicicleta ..Malvado viejo Trai
nard, lo que corre! Todavía tiene esas
piernas á su edad! Es un verdadero co
nejo!
Se apretaba, cansado de la aventura.
¿Qué temía? Ningún poder del mundo
podría hacer que el pillo se escapara,
que no recibiera el enérgico castigo que
merecía y que no fuera, bien guardado,
á la cárcel de la ciudad.
El viejo Goussot tomó su fusil y fué á
unirse á sus dos criados.
—¿Nada de nuevo?
—No, maestro Goussot, nada toda
vía.
—Esto no debe tardar, á menos que el
diablo lo saque por encima de los mu
ros....
De tiempo en tiempo se oían los gritos
de los cuatro hermanos que se llamaban
de lejos. Evidentemente el buen hombre
se defendía, más ágil de lo que se le
creyera. Pero, con guapos como los her
manos Goussot.... Sin embargo, uno
de ellos regresó, bastante desalentado, y
no ocultó su opinión.
—No vale la pena de empeñarse por