Full text: Año 2.1913=No. 17 (1913001700)

CYRANO DE BERGERAC EN MUSICA 
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najes, incluso la espiritual Roxana, no 
sirven sino para completarlo. Roxana es 
irreal, como la doncella del Toboso: es 
una «preciosa» sin individualidad casi, 
que el poeta guerrero de Gascuña crea y 
sostiene con su propio amor, abnegado 
V soberbio. Sólo un genio gálico, que 
Uniese la sutil espiritualidad de Rameau, 
el vigor de Saint-Saens y el esplendor 
magnífico de Berlioz, podía haber mati 
zado acertadamente el cuadro: Rameau, 
el de las exquisitas gavotas añejas, para 
hacer juguetear la aguda coquetería de 
Magdalena Robin; Saint-Saens para dar 
color á los vibrantes apasionados discur 
sos de Cyrano, y Berlioz para manchar 
de tonos tenues, indecisos y melancóli 
cos el crepúsculo de aquella alma hecha 
de polvos de estrellas y vestida de an 
drajos. 
Quizás por todas estas consideracio 
nes, y ya con semejante prevención, el 
aria con que Roxana se presenta parece 
extraordinariamente pobre, y la balada 
que Cyrano ha de recitar mientras pe 
lea con De Guiche, arrastrarse penosa 
mente y sin gracia, sin que en ella chis 
peen las hojas de los aceros ni brille la es 
piritual arrogancia del improvisador. 
'Imaginad á Cyrano batiéndose, sin 
chambergo ni capa—que de ambos se 
despoja impropiamente—sin elegancia ni 
donaire en la acción, y recitando monó 
tona melodía de vulgar estribillo descen 
dente! IY luego,la salida de Cyrano, pa 
voneándose, á batir al centenar de asal 
tantes pagados por De Guiche para mo 
lerlo á palos, se hace á una marcha igual 
mente tímida y claudicante! 
* 
* * 
Breve en demasía es el acto segundo. 
Hay un dúo entre Cyrano y Roxana que 
nologra expresar, ni lejanamente, la brus 
ca transición de Cj'rano, de la más ha* 
lagüeña esperanza al desencanto brusco, 
despiadado, irremediable. Viene luego la 
Presentación de los cadetes gascones, de 
la que los rotundos versos de Rostand 
s alen bastante mal librados. 
El tercer acto marca sin duda el límite 
de los esfuerzos del compositor. Brínda 
le en efecto, la ocasión más favorable 
Para poner en acción toda su potencia 
emotiva. Claro es que sus esfuerzos te 
nían que concentrarse en la célebre es 
cena del balcón, la más teatral y también 
la más apasionada de toda la obra. El 
compositor ha intentado aquí los recur 
sos más eficaces de que podía disponer. 
Mas como no son muchos y la escena es 
breve, resulta abrumadoramente recar 
gada de efectos que acentúan más la po 
breza del talento musical. Comienza por 
una frase melódica realzada por una su 
cesión tenza, punzante, de arpegios que 
la orquesta repite, á la manera corno 
Wagner realza, hasta hacerla penetran 
te y desgarradora, la condenación de 
Brunhilde. Sigue el dúo, medianamente 
expresivo, pero mezquinamente matiza 
do, y la orquesta marca lo que induda 
blemente el compositor quiso que fuese 
el climax, cuando Cristián, triunfante, 
sube á tomar, de labios de Roxana, el 
dulce galardón. Pero ya no es un climax: 
ya no hay gradación: el dúo no ha ido 
como en la escena original, «presque in- 
sensiblement dusourire, et du soupir aux 
larmes»: hay sacudimientos pasionales, 
espasmódicos, separados por períodos en 
que la melodía se hace fatigosa sobre un 
tratamiento orquestral inexpresivo. 
En la primera representación, después 
del tercer acto, el compositor llamado a 
escena, invitó especialmente al público 
(acostumbrado aquí á salir antes de que 
termine la representación) á que oyese 
íntegro el último acto, pues en él había 
puesto el mayor estudio y atención. Los 
cronistas aseguran que este último acto, 
dividido en dos cuadros, había sido rehe 
cho varias veces hasta dejar contento al 
autor. 
Pero es en el último acto donde la de 
bilidad emotiva de la música llega al col 
mo, á lo desconcertante. Divídese en dos 
cuadros: el primero pasa á las puertas 
de la sitiada ciudad de Arras, cuando 
Roxana, vencida por la elocuencia delas 
cartas que por Cristián le escribe Cyra 
no, llega al campamento arrostrando 
riesgos y fatigas, y con su presencia re 
anima á los desfallecidos, pero batalla 
dores cadetes. Un dúo de Cyrano y Ro 
xana lo llena casi todo, dúo discretamente 
apasionado, probablemente la página mu 
sical más inspirada de la obra, y el cua 
dro termina con el fragor del combate. 
Y aquí la orquesta intenta hacerse des 
criptiva, estruendosa y bélica. ¿Hasta
	        
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