Full text: Año 2.1913=No. 18 (1913001800)

LA POLITICA DEL DOLLAR 
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con sus mejores industrias, y con la flor 
y nata de su juventud, sacrificada en una 
guerra fratricida, interminable, sólo por 
la ayuda, unas veces franca y otras sola 
pada, que presta á los revolucionarios el 
Pueblo americano de la frontera, ó mejor 
dicho sus autoridades, usando y abusan 
do de la autonomía de que gozan por las 
leyes americanas. 
La verdad de los hechos es que como 
consecuencia de la complicidad de las au 
toridades americanas en la frontera, Mé 
xico se está arruinando, desangrando y 
Perdiendo la vitalidad que tenía en la 
época del Centenario, vitalidad que asom 
bró 4 los representantes extranjeros que 
n os honraron con su visita en aquella fe 
cha y que sin duda acabó por resolver al 
gobierno de Washington á procurar indi- 
netamente la destrucción del vecino que 
Podía llegar á ser temible. 
El resultado ha respondido á esta po 
lítica maquiavélica. En 1910 un atrope 
llo como el que acaba de cometerse en 
Tucson, por un pelotón de borrachos, ul 
trajando la bandera mexicana, hubiera 
Provocado una explosión de indignación 
e P el pueblo mexicano, que contaba con un 
e ]ército, con recursos y con crédito, base 
'leí respeto de los pueblos. Hoy, agotado 
Su tesoro, divididos sus hijos en unague- 
rr a injustificada, donde no se defienden ya 
Principios sino personalidades, con un 
contingente de mexicanos revoluciona 
dos en los Estados Unidos, que todavía 
n ° han protestado ó vengado el estúpi- 
i° atentado, el Gobierno, la prensa y 
°s más entusiastas patriotas aconsejan 
a calma y la prudencia. 
Sin embargo, no es el temor áunague- 
rr a en la que el pueblo mexicano sabría 
morir heróicamente, como lo ha hecho y 
como lo está haciendo en los encuentros 
't're tienen cada día pequeños destaca 
mentos de tropas regulares con hordas de 
Andidos ó núcleos revolucionarios nume 
rosos y valientes, lo que lo contiene, en 
estos momentos, es la duda sobre la ac- 
‘tud que pudieran tomar los revolucio 
naos del Norte, á los que se aplica con 
msistencia el infamante epíteto de sepa- 
listas. 
A- pesar de la insistencia de los periódi- 
c °s oficiosos, á pesar de la complicidad 
manifiesta de los revolucionarios en 
Luaymas y Matamoros, donde el coman 
dante de los barcos americanos que ayudó 
con sus proyectores á los rebeldes, seña' 
lándoles las posiciones de las tropas fede 
rales, y la rivalidad del cónsul que inter 
vino en el conato de cohecho intentado con 
los federales refugiados en territorio ame 
ricano, no podemos creer en la traición de 
lesa patria que se les reprocha á los revo 
lucionarios porque eso significaría el cri 
men más monstruoso de que haya ejem 
plo en la historia. 
Mientras esta apatía ó complicidad del 
Gobierno de Washington hace intermina 
ble ¡a guerra que aniquilad México, la 
prensa jingoísta ayuda descaradamente á 
los revolucionarios con sus mentiras y su 
amarillismo. 
Precisamente con motivo del inciden 
te inexplicable de Guaymas la Prensa 
Asociada, agencia de información tele 
gráfica que para vergüenza de la pren 
sa mexicana sirve todavía á algunos pe 
riódicos mexicanos á pesar de las tendí-n- 
cias hostiles á México que ha demostra 
do en mil ocasiones, envió á The Mexi- 
can Herald, órgano en México del Go 
bierno de Washington, un telegrama en 
el que se decía que los comandantes de 
los buques de guerra mexicanos surtos 
en aquella bahía se habían unido á los 
pesqueiristas, absurda é insidiosa noti 
cia que tuvo que ser desmentida oficial 
mente por el Departamento de Marina y 
que los hechos han demostrado que era 
una villana calumnia. 
La situación en la frontera es á nues 
tro juicio muy semejante á la que tenía 
Cuba durante la guerra con España, y 
como un tributo de justicia al valiente y 
honrado General de los insurrectos cuba 
nos, Antonio Maceo, debemos recordar la 
declaración que hizo muchas veces antes 
de morir, de que si las tropas america 
nas hubieran desembarcado en Cuba con 
el pretexto de auxiliar á los cubanos en 
su guerra contra España, él y los suyos 
se hubieran opuesto hasta morir á resis 
tir esta ayuda, que consideraba una hu 
millación. 
¿Por qué no hemos de creer lo mismo 
de los rebeldes que combaten en el 
Norte? 
Las pasiones políticas pueden extra 
viar por un momento los cerebros mejor 
organizados, pero de eso á aceptar como 
posible la felonía de aceptar una ayuda
	        
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