Full text: Año 2.1913=No. 19 (1913001900)

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COSMOS 
figuraros que salté del drojki. Recurrí al 
comisario de policía. Me hizo brevemen 
te una explicación que yo comprendí con 
igual brevedad: durante mi ausencia, uno 
de mis empleados armenios había tirado 
sobre un tártaro que pasaba y lo había 
matado. Informado del hecho, el gober 
nador dió órdenes a\ prista/áe cañonear 
mi casa, caramba! como ya habían pro 
cedido con algunas otras. Me precipité 
hacia mi coche donde se encontraba Go- 
unsowskv y le dije en dos palabras de lo 
se trataba- Me respondió que no era de 
su incumbencia el intervenir en esa eno 
josa historia y que no me quedaba más 
que entenderme con el prista/: «Dadle un 
buen nachai, cien rublos y dejará vuestra 
casa tranquila!» Fui á hablar con el pris 
ta/ llamándolo aparte; y el hombre me 
respondió que tenía voluntad en serme 
agradable, pero que debía cumplir abso 
lutamente la orden recibida de cañonear 
mi casa. Fui á contar á Gounsowsky lo 
que se me había respondido, y me dijo: 
Decidle que haga girar la boca del cañón 
de modo que cañonéen la casa del boti" 
cario de enfrente y podrá dar como dis 
culpa la de que se haequivocado. Yo ha 
blaré esta tarde con el gobernador. Re 
gresé á ver al prista/ y logré que voltea 
ran el cañón; cañonearon la casa del far 
macéutico y me salvé de la ruina de mi 
casa por medio de cien rublos Go 
unsowsky, este buen señor que parece 
ser todo de grasa y que se asemeja á un 
comerciante en paraguas, me inspiró to 
do el agradecimiento que le reservo en el 
fondo del corazón, me entiendes, Atana- 
sio Georgevitch ? 
—Y qué reputación tiene en la corte el 
tal príncipe Galitch,—preguntó Rouleta- 
bille. 
—Oh!—dijeron todos riendo,—desde 
que se supo que había ido á las tierras de 
Tolstoi, no se le recibe más en la corte! 
—Y sus opiniones? Qué opinio- 
. nes tienes? 
—Pues cualquiera las conece, hoy que 
las opiniones de todo el mundo son tan 
confusas que nada se sabe! Nadie las 
sabe! 
—Ivan Petrovitch dijo: 
—Ante algunos pasa por ser muy atre 
vido .... y.... muy comprometido . .. 
—Y no le inquieta?—insistió Rouleta- 
bille. 
—Bah!—dijo el alegre consejero del 
imperio. Es él el que causa inquietud..' 
—Tadeo se agachó para decirle: 
—Se cuenta que no puede tocársele por 
que lo apoyan; y que lo apoyan porqu* 
conoce los secretos de un gran persona)* 
de la corte y . .. sería un escándalo! 
un verdadero escándalo! 
—Calla, Tadeo! — interrumpió ruda 
mente Atanasio Georgevitch.... Cóm c 
se conoce que llegas de provincia, puest* 
que eres tan charlatán.... pero si conti' 
núas yo te abandono 
—Tienes razón Atanasio Georgevitch 
cállate la boca, Tadeo,—aconsejó Iva!; 
Petrovitch. 
Los charlatanes guardaron silencio' 
pues el telón se elevó. Entre los concii 
rrentes parece que se hablaba misteriosa 
mente de la segunda parte del número d¡ 
Annouchka, pero nadie podía decir d< 
qué se iba á componer y, de hecho, fu* 
muy sencillo. Tras el torbellino de da® 
zas y de coros y de todo el esplendor d< 
que estaba rodeada, apareció Annouchb 
vestida con el traje de una pobre aldean* 
rusa en una decoración de estepa y d< 
miseria y no hizo más que venir con tod* 
sencillez á arrodillarse en medio de la e* 
cena, juntar las manos y cantar su ora 
ción de la tarde. Annouchka estaba sia 
gularmente bella. Su aguileña nariz cu' 
yas ventanas se agitaban por su jadear 
te respiración, el atrevido dibujo ds si* 
negras cejas, su mirada alternativamefl 
te tierna, amenazante, siempre extrañé 
la palidez de sus mejillas muy contornei 
das y toda la expresión de su fisonom 1 
hacían traición á la independencia desü 
ideas, á la espontaneidad, la resolució 1 
y sobre todo la pasión suya. Su oració 1 
fué apasionada. Tenía una admirable vo 
de contralto que levantaha al públiP 
desde las primeras notas. Tuvo una ma' 
ñera de pedir á Dios el pan de cada di 
para todos aquellos que habitan la i 11 
mensa tierra rusa....el pan cuotidiano d 
la carne y del espíritu-, que hizo brotar U 
lágrimas á los ojos de los circunstante* 
cualquiera que fuese el partido á que pe ( 
fenecieran. Y cuando su última nota W 
ló sobre la estepa infinita, y se levan! 1 
para entrar á su miserable isba, los bP 
vos interminables le tradujeron frenét' 
camente la emoción prodigiosa de uf 
concurrencia delirante. El pequeño Ro 1 * 
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