LOS DINAMITEROS RUSOS
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ara —Pero, qué veo! Es el francesito de
g¡. la villa Trebassof—comenzó á decir la
la voz de falsete de Gounsowski, tendiéndo
le una silla al joven y suplicándole que
tilo lomara asiento entre él y Atanasio Geor-
on- gevitch, quien estaba haciendo ya los
jba honores á los zakouskis.
sa- —Buenas noches, señor Rouletabille,
os' "dijo con hermosa y grave voz Ail
los nouchka.
¡ a n Rouletabille respondió al saludo:
poí —Me felicito de estar entre conocidos
,to, ’ dijo sin desconcertarse.
er a Y dirigió un muy simpático cumplido
xie- á Annouchka, quien lo correspondió en-
en . viándole un beso.
er a —Rouletabille!—exclamó la bella Ono-
^ u e lo;—pero es este pequeño el del Misterio
3 el del Cuarto Amarillo!
1 ]a • —En persona,
de —¿Qué viene á hacer aquí?
-—Ha venido para salvar la vida al
An' General Trebassof,—dijo conteniendo la
Usa Gounsowski.—A juzgar por ello es
ado un jovencito que válelo que pesa.
' La policía lo sabe todo—replicó
fríamente Rouletabille, que escuchara lo
anterior. Y pidió que se le sirviera cham-
m 1 Pagne, él, que no bebía en la vida,
set Y el champagne comenzó á hacer sus
Rectos. Mientras Tadeo y los oficiales
a la se referían historias de Bakou ó cumpli-
loS mentaban con las damas, Gounsowski,
un- jlue había agotado su buen humor, se
nás mclinaba hacia Rouletabille y le daba,
isto c asi con unción, consejos paternales:
las, -—Os habéis metido, jovencito, en una
las noble tarea, que es tanto más difícil
cuanto que el General Trebassof está
in' condenado no solamente por sus enemi-
:chi Sos, sino además y sobre todo por la ig-
ha' n orancia de Koupriane. Me comprendéis
bien? Koupriane es un buen amigo y es
Persona á quien estimo bastante: es bue-
j e l n °, valiente en la guerra,' pero no daría
yo por él un kopeck como policía. Se
se - mezcla, desde hace algún tiempo, en los
nsuntos de la policía secreta, tiene su
t0 _^ °krana de la cual no quiero expresarme
•titi r ° a b N° s divierte. Por otra parte, pare
an ser una moda nueva; cada quien y to
do el mundo quiere ahora tener su poli-
inT ? la secreta. Y como prueba: vos mismo,
ieI v lovencito, qué hacéis aquí? Venís como
re pórter? No: como policía! A dónde vá-
a _ mos á parar con todo ésto y á dónde
iréis á parar vos mismo? Os deseo sin
ceramente buena suerte; pero la espero
poco para vos. Tened presente quesi es
tá en mi mano el ayudaros, lo he de ha
cer con toda buena voluntad. Me encan
ta ser servicia] y no querría ni por un
momento que la fueseis á pasar mal!
—Sois muy amable, señor mío, se li
mitó á contestarle Rouletabille y pidió
más champagne.
Repetidas ocasiones había dirigido la
palabra Gounsowski á Annouchka que
apenas si probaba lo que le servían y
apenas si contestaba con monosílabos.
El le dijo bruscamente:
—Sabéis quién ha sido la que más os
aplaudió ésta noche?
—¡No!—dijo con indiferencia Annou
chka.
—La hija del General Trebassof!
—Hombre, es verdad, palabra!—ex
clamó Ivan Petrovitch.
—Sí! Sí! Natacha estaba allí!—aña
dieron los comensales de la villa de Tre
bassof.
—A mí me ha parecido verla llorar,
—dijo Rouletabille fijándose en Annou
chka.
—Pero Annouchka contestó en tono
glacial:
—No la conozco.
—Es una lástima que tenga padre...
—dijo entre dientes el príncipe Galitch.
—Príncipe, no tratemos de política! ó
permitidme al menos que vaya á entre
gar mi renuncia,—dijo Gounsowski....
á vuestra salud Annouchka.
' A la vuestra, Gounsowski! Pero no
vayáis á hacer tal cosa.
—Por qué?—preguntó Tadeo Tchich-
nikof con acentuada mala intención.
-—Pues porque es muy útil al gobier
no!—exclamo Ivan Petrovitch.
—No!—replicó Annouchka. .. .—será
á los revolucionarios.
Todos prorrumpieron en sonoras car
cajadas. Gounsowski tuvo que detener
con ademán precipitado sus anteojos que
se le deslizaban al reír con todas sus ga
nas.
—Eso dicen! Y ello constituye mi
fuerza!
—Es su propio agente provocador!—
declaró Atanasio con una enorme carca
jada.
Su sistema es excelente,—gruñó el