SECCION HISTORICA
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ar rendó el local que hoy ocupa, en la
cantidad de 1.300 pesos anuales. v.i)
La Academia se instaló allí el mes de
Septiembre de 1791, y en este añollega-
r °n dos distinguidos profesores. D. Ma
nuel Tolsa, de escultura, y D. Rafael
Jjmeno,de pintura. El primero trajo con-
Sl go la famosa colección de yesos con
*fue obsequió al Establecimiento Carlos
la cual le había costado 40.000 pe-
s ° s > y mereció más tarde los elogios del
celebre barón de Humboldt.
Durante los once años de nuestra gue-
*, ra de independencia, los trastornos pro-
ucidos por la revolución contribuyeron
^Ucho al decaimiento de la Academia y
í a diminución de los fondos, por lo que
Ue preciso cerrarla a fines del año de
1821.
_ ǰn la conclusión del gobierno espa-
*_en México, terminó pues, el primer
Período de la historia de la Academia de
an Carlos, que fué el que nos propusi-
°s bosquejar en el presente capítulo,
vero no será inoportuno que rectifique-
°s por vía de epílogo, lo que dijo un
Oculista, a propósito de la noble insti-
Cl °n que nos ha ocupado. (2) Aseguró
jj Ue en sus estatutos prohibía la Acade-
la de San Carlos, la admisión de indi-
a uos de la raza indígena para su ense-
^ n za. El error es manifiesto, y fué hijo
haber confundido los estatutos de la
cadernia que se proyectó establecer en
'53, con los de la que fundó posterior-
con un carácter oficial Carlos III.
hem° s leído con detenimiento los es-
p^ u j os de esta última, y en los XXXca-
ulos de que constan, nada hemos en-
jurado relativo a semejante prohibi-
y en el XVIII, que trata especial-
no nte de los discípulos de la Academia,
Se establece distinción de raza=, y con
x a P°C0 perdió el juicio
Por el inmortal Tolsa.
fué sustituido en
» La
Hc «de
Casa de Moneda en que se fundó la
noy y¡ mia estaba entonces en el edificio que es
la y j Iuseo Nacional. El que ocupa actualmente
4> no Ca ^ emia fué en un principio Hospital del
/ \ ~Dios.
l0 , n el diario político El Universal, hace
tilos
Se ¡s años.
toda claridad se expresa que «se admiti
rán indistintamente todos cuantos se pre
senten» ....
Por el contrario, contienen disposicio
nes favorables a los indios. En el ar
tículo XIX, que se ocupa de las pensio
nes, sólo se establecen diez y seis, y de
éstas correspondían cuatro para indios
puros de Nueva España.
Aún hay más; para la concesión de las
pensiones a criollos y mestizos eran re
quisitos indispensables presentar una fe
de bautismo, un memorial del tiempo
que habían estudiado, junto con un di
bujo o modelo de sus manos, copiados o
de su invención, y ser discutidos y apro
bados estos documentos en varias juntas;
mientras que para los individuos de la
raza indígena hacía el Rey la siguiente
excepción: Bien entendido, que por lo re
lativo a los indios, les dispenso de estas pre
cisas formalidades, y se podrán elegir sin
ellas los que a la junta superior de gobier
no pareciesen más aptos, en atención a sus
pocas proporciones, para que se hallen ya
con alguna instrucción. (1)
Con lo dicho creemos quedará conven
cido el articulista aludido, quien sin du
da atribuyó a la Academia de San Car
los una prohibición que pertenece a la
proyectada en 1753, sólo por estar en la
misma ignorancia en que se hallaba don
José Joaquín Pesado el año de 1860, el
cual decía en los Diálogos de Couto (pá
gina 64): «No sabía yo que antes de esta
nuestra Academia de San Carlos se hu
biera pensado establecer aquí una escuela
de Nobles Artes».
En suma, si la Academia de San Car
los de A!ueva España, no dió los pingües
resultados que hubiera sido de esperar
se, no fué por falta de protección a los
indios, ni por falta de empeño de Carlos
III y sus colaboradores, a quienes ani
mó siempre la mejor voluntad por el pro
greso dé las bellas artes, sino por otras
causas que no queremos expresar en es
te capítulo.
(1) Estatuios de la Academia, pág. 32.—Mé
xico, 1852.—Tip. de R. Rafael.