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Por DESIDERIO MARGOS.
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indicación de un amigo
caritativo, que se pre
ocupa por las desgracias
ajenas, voy a visitar un
asilo en el que se alber
gan buen número de in
fortunados huerfanitos.
El asilo, que por su aspecto exterior y
por su régimen es un convento, está si
tuado en las afueras de la Capital, en un
lugar que no es pintoresco, pero que lle
gará a serlo. Sin embargo, es amplio, es
alegre, le inunda el sol, le ventilan los
aires, y ésto basta para que los peque-
ñuelos allí recogidos gocen de una vida
sana y de los placeres de la Naturaleza.
Tras un corto rato de espera, la madre
portera, afable, risueña, nos franquea la
entrada. Preguntamos por la superiora,
y la madre portera, siempre risueña, nos
contesta que no está; pero que pasemos
al recibidor. Pasamos. Es un aposento
limpio, decentemente amueblado, senci
llo. Al instante, viene la Madre Ciernen-
tina, mujer guapa, de unos treinta años,
decidora, comunicativa. Si la monjita es
linda, atractiva como mujer, como mon
ja es encantadora, ideal.
Su conversación, fluida, interesantísi
ma, versa acerca de sus niños, de sus
huerfanitos, de aquellos infelices séres
de su alma. Nos dice que a todos los
quiere mucho, muchísimo, sobre todo a
los más feitos, a los deformes, a los más
desdichados; y se enternece al recordai
a un chiquitín jorobadillo, que seles®* 1 '
rió hace pocos días.
Yo, intento ser psicólogo y no apart®
los ojos de la religiosa que, con su mi'
rar sereno y su continente apacible, i"'
voca a Dios a cada instante y no prO'
nuncia más que palabras de piedad, d e
dulzura, de mansedumbre.
Dirijo el palique por otros rumbos, p° r
otras épocas, por cosas de su pueblo, d e
su vida pasada; y a todo me contest®
con firmeza, con aplomo, con sinceridad
que pasma y embelesa. Para ella el mu®
do no es nada ni nada significa: el bier>>
la caridad, la voluntad de Dios lo es t°'
do. Feliz si vive, feliz si muere, conten"
ta con lo que la Providencíala depare.
E indudablemente, forzosamente, e”
el corazón de esta santa mujer bullen tO"
das las pasiones, todos los sinsaboreSi
todos los anhelos que agitan al resto d®
sus semejantes; mas en ella impera un®
voluntad férrea, una vocación decidid®'
una fe inquebrantable que la facilita. e *
triunfar de todas las acechanzas mund®
ñas.
Yo pienso que hay millones de m®"
dres que sufren más que la Madre O e '
mentina, que padecen más que ella, q ue
quizás la aventajan en méritos de bo®'
dad; pero no conozco mujeres tan desi®'