LOS DINAMITEROS RUSOS
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venido aquí, se ha encontrado un segun
do con el príncipe Galitch, le ha entre
gado alguna cosa y ha descendido en una
canoa a bordo.
—IVaya!—exclamó el jefe de la policía
encogiéndose de hombros, estaba yo se
guro de ello.
Se sentía cada vez más y más exaspera
do. Descendió sobre el ribazo y a la primer
persona que vió fue a Rouletabille que le
aguardaba sin impacientarse, filosófica
mente sentado sobre un banco.
—¡Os buscaba!—le gritó.—Se nos ha
escapado por culpa vuestra! ¡Si no os hu
bieseis arrojado entre mis piernas!
—¡Si lo he hecho expresamente! — de
claró el repórter.
. —¿Cómo?... ¿Qué es lo que decís?...
¿Vos lo habéis... lo habéis hecho de pro
pósito ?
Koupriane sintió que le faltaba el aire
para respirar.
—¡Excelencia!—continuó Rouletabille
tomándole por el brazo,—tranquilizáos,
que os están viendo. Vamos a tomar una
taza de té a la casa de Cubat. Vamos paso
a paso hacia allá, como si paseáramos...
—¿ Me explicaréis, naturalmente ?.. ..
—Por Dios, excelencia, recordad que
vo os he prometido en cambio de la vida
de vuestro prisionero la vida del general
Trebassof. Pues bien, al arrojarme entre
vuestras piernas para impediros que al-
canzárais a Katarina, ¡le he salvado la
vida al general!.. .. ¡Es muy sencillo!...
—¿Os queréis burlar de mí? ¿o pre
tendéis reíros a mi costa?
Pero pronto se convenció el jefe de la
policía que Rouletabille ni se reía ni se
burlaba de nadie.
—Caballero, puesto que veo que ha
bláis seriamente, querría al menos com
prender. . ..
—¡Es inútil!—insistió Rouletabille—
Además es necesario que no comprendáis
nada....
—Pero entonces.. ..
No, no, me es imposible deciros una
palabra siquiera....
—¿Cuándo me diréis, pues, algunaco-
sa que me haga comprender vuestra in
verosímil conducta?
Rouletabille le detuvo y le declaró con
un tono lleno de solemnidad:
—Señor Koupriane, recordad lo que
Natacha Feodorovna ha respondido a su
padre, levantando sus bellísimos ojos al
cielo, cuando él como vos han tratado de
comprender: ¡Jamás!
XI
El veneno continúa.
A las diez de la mañana, Rouletabille
se presentó en la villa Trebassof que
volvía a ser guardada por los agentes
secretos los cuales la vigilaban en nú
mero doble por orden de Koupriane, per
suadido de que los nihilistas no tarda
rían en querer vengar la muerte de Mi
guel. Ermolai fué el que recibió al jo
ven repórter, quien por cierto no le dejó
entrar, dándole en ruso explicaciones que
Rouletabille no pudo comprender, o más
bien que le indicaron perfectamente, que
en adelante, las puertas de la villa esta
ban cerradas para él. En efecto, en va
no pidió ver al General, a Matrena Pe-
trovna y a Natacha.... el intendente no
sabía más que contestar: niet, niet, niet...
El repórter se volvió sin haber consegui
do ver a nadie; su aspecto era de los más
melancólicos. Volvió a la ciudad a pie,
largo paseo durante el cual lo agitaron
los pensamientos más sombríos. Al pa
sar cerca del Departamento de Policía
resolvió ver a Koupriane; entró y supli
có que lo anunciaran; .introducido cerca
del gran jefe lo encontró inclinado sobre
un largo informe que acababa de revisar
con cierta agitación.
—He aquí lo que me envía Gounsovs
ki,—dijo con su voz la más ruda, mos
trando el informe.—Gounsovski por ha
cerme un favor, ha querido hacerme sa
ber que nada ignora de lo que ha pasa
do anoche en la datcha Trebassof; me
advierte además, que los revolucionarios
han decidido acabar de una vez con el
General y que dos de ellos han recibido
la orden de penetrar bajo no importa qué
pretexto en la villa. La manera de con
sumar el atentado será el siguiente: lle
varán consigo bombas, que estallarán so
bre ellos y con ellos cuando se encuentren
cerca del General. Quiénes son las dos
víctimas designadas para esta horrible
venganza y que han aceptado con la ale
gría en el corazón semejante muerte? he
aquí lo que no sabemos. He aquí lo que
sabríamos quizá, si no me hubiérais im-