Full text: Año 2.1913=No. 21 (1913002100)

LOS DINAMITEROS RUSOS 
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venido aquí, se ha encontrado un segun 
do con el príncipe Galitch, le ha entre 
gado alguna cosa y ha descendido en una 
canoa a bordo. 
—IVaya!—exclamó el jefe de la policía 
encogiéndose de hombros, estaba yo se 
guro de ello. 
Se sentía cada vez más y más exaspera 
do. Descendió sobre el ribazo y a la primer 
persona que vió fue a Rouletabille que le 
aguardaba sin impacientarse, filosófica 
mente sentado sobre un banco. 
—¡Os buscaba!—le gritó.—Se nos ha 
escapado por culpa vuestra! ¡Si no os hu 
bieseis arrojado entre mis piernas! 
—¡Si lo he hecho expresamente! — de 
claró el repórter. 
. —¿Cómo?... ¿Qué es lo que decís?... 
¿Vos lo habéis... lo habéis hecho de pro 
pósito ? 
Koupriane sintió que le faltaba el aire 
para respirar. 
—¡Excelencia!—continuó Rouletabille 
tomándole por el brazo,—tranquilizáos, 
que os están viendo. Vamos a tomar una 
taza de té a la casa de Cubat. Vamos paso 
a paso hacia allá, como si paseáramos... 
—¿ Me explicaréis, naturalmente ?.. .. 
—Por Dios, excelencia, recordad que 
vo os he prometido en cambio de la vida 
de vuestro prisionero la vida del general 
Trebassof. Pues bien, al arrojarme entre 
vuestras piernas para impediros que al- 
canzárais a Katarina, ¡le he salvado la 
vida al general!.. .. ¡Es muy sencillo!... 
—¿Os queréis burlar de mí? ¿o pre 
tendéis reíros a mi costa? 
Pero pronto se convenció el jefe de la 
policía que Rouletabille ni se reía ni se 
burlaba de nadie. 
—Caballero, puesto que veo que ha 
bláis seriamente, querría al menos com 
prender. . .. 
—¡Es inútil!—insistió Rouletabille— 
Además es necesario que no comprendáis 
nada.... 
—Pero entonces.. .. 
No, no, me es imposible deciros una 
palabra siquiera.... 
—¿Cuándo me diréis, pues, algunaco- 
sa que me haga comprender vuestra in 
verosímil conducta? 
Rouletabille le detuvo y le declaró con 
un tono lleno de solemnidad: 
—Señor Koupriane, recordad lo que 
Natacha Feodorovna ha respondido a su 
padre, levantando sus bellísimos ojos al 
cielo, cuando él como vos han tratado de 
comprender: ¡Jamás! 
XI 
El veneno continúa. 
A las diez de la mañana, Rouletabille 
se presentó en la villa Trebassof que 
volvía a ser guardada por los agentes 
secretos los cuales la vigilaban en nú 
mero doble por orden de Koupriane, per 
suadido de que los nihilistas no tarda 
rían en querer vengar la muerte de Mi 
guel. Ermolai fué el que recibió al jo 
ven repórter, quien por cierto no le dejó 
entrar, dándole en ruso explicaciones que 
Rouletabille no pudo comprender, o más 
bien que le indicaron perfectamente, que 
en adelante, las puertas de la villa esta 
ban cerradas para él. En efecto, en va 
no pidió ver al General, a Matrena Pe- 
trovna y a Natacha.... el intendente no 
sabía más que contestar: niet, niet, niet... 
El repórter se volvió sin haber consegui 
do ver a nadie; su aspecto era de los más 
melancólicos. Volvió a la ciudad a pie, 
largo paseo durante el cual lo agitaron 
los pensamientos más sombríos. Al pa 
sar cerca del Departamento de Policía 
resolvió ver a Koupriane; entró y supli 
có que lo anunciaran; .introducido cerca 
del gran jefe lo encontró inclinado sobre 
un largo informe que acababa de revisar 
con cierta agitación. 
—He aquí lo que me envía Gounsovs 
ki,—dijo con su voz la más ruda, mos 
trando el informe.—Gounsovski por ha 
cerme un favor, ha querido hacerme sa 
ber que nada ignora de lo que ha pasa 
do anoche en la datcha Trebassof; me 
advierte además, que los revolucionarios 
han decidido acabar de una vez con el 
General y que dos de ellos han recibido 
la orden de penetrar bajo no importa qué 
pretexto en la villa. La manera de con 
sumar el atentado será el siguiente: lle 
varán consigo bombas, que estallarán so 
bre ellos y con ellos cuando se encuentren 
cerca del General. Quiénes son las dos 
víctimas designadas para esta horrible 
venganza y que han aceptado con la ale 
gría en el corazón semejante muerte? he 
aquí lo que no sabemos. He aquí lo que 
sabríamos quizá, si no me hubiérais im-
	        
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