LOS DINAMITEROS RUSOS
AVENTURAS DE JOSÉ ROULETABILLE
NOVELA DE GASTON LEROUX
Traducción especial para ‘‘COSMOS’’, de María L. Tapia*
(Continuación)
;
De las seis a las siete esperó, aunque
en vano todavía, la respuesta de Nata-
cha; a las siete, pensó en subir a arre
glarse. Cuando se levantaba llegó un
mensajero: era una carta más para Gas-
padin Rouletabille, pero esta vez era de
la joven, quien le decía:
«El General Trebassof y mi madras
tra serían muy dichosos si esta tarde
nos acompañárais a comer.. En cuanto a
mí, caballero, me perdonaréis la consig
na que os ha cerrado durante algunos
días las puertas de una morada en la que
habéis prestado servicios que no olvida
ré mientras viva.»
La carta terminaba por una vaga fór
mula 'de cortesía. El repórter, con la
carta entre las manos, permaneció pen
sativo, parecía preguntarse: «Es esto
carne o pescado?. . .» Aquel billete era
una expresión de agradecimiento o una
amenaza? Era eso lo que no hubiera po
dido decir.. .. En fin, pronto saldría de
la duda, pues estaba decidido a aceptar
la última invitación. Cualquier aconteci
miento que le aproximara en aquel mo
mento a Natacha, era de capital interés.
Media hora más tarde daba a un isvot-
chick la dirección de la villa de Elagui-
ne y bien pronto bajaba ante la reja don
de Ermolai parecía esperarlo.
Rouletabille estaba tan preocupado por
la entrevista que tendría muy pronto con
-Natacha, que tenía olvidado por comple
to al excelente señor Gounsowski y su
invitación.
El repórter encontró a todos los agen
tes de Koupriane formando una cadena
infranqueable alrededor de la casa y vi
gilándose unos (i otr.os. Matrena Petrov-
na no quiso tener ningún agente dentro
de la quinta. Mostró Rouletabille la or
den de Koupriane y pasó.
Ermolai se adelantó a su encuentro
con el rostro lleno de alegría; parecía
muy dichoso de volverlo a ver; saludólo
inclinándose, muy bajo y dirigiéndole
cumplidos de los cuales el repórter no
entendió ni una palabra y que tuvieron
el don de molestarle casi. Rouletabille,
penetró en el jardín; en él encontró in
mediatamente a Matrena Petrovna que
se paseaba con su entenada; parecían lle
varse de la mejor manera del mundo.
Toda la casa tenía un aspecto de tran
quilidad perfecta y sus habitantes pare
cían haber olvidado por completo la
sombría tragedia de algunas noches an-