Full text: Año 2.1913=No. 22 (1913002200)

LOS DINAMITEROS RUSOS 
AVENTURAS DE JOSÉ ROULETABILLE 
NOVELA DE GASTON LEROUX 
Traducción especial para ‘‘COSMOS’’, de María L. Tapia* 
(Continuación) 
; 
De las seis a las siete esperó, aunque 
en vano todavía, la respuesta de Nata- 
cha; a las siete, pensó en subir a arre 
glarse. Cuando se levantaba llegó un 
mensajero: era una carta más para Gas- 
padin Rouletabille, pero esta vez era de 
la joven, quien le decía: 
«El General Trebassof y mi madras 
tra serían muy dichosos si esta tarde 
nos acompañárais a comer.. En cuanto a 
mí, caballero, me perdonaréis la consig 
na que os ha cerrado durante algunos 
días las puertas de una morada en la que 
habéis prestado servicios que no olvida 
ré mientras viva.» 
La carta terminaba por una vaga fór 
mula 'de cortesía. El repórter, con la 
carta entre las manos, permaneció pen 
sativo, parecía preguntarse: «Es esto 
carne o pescado?. . .» Aquel billete era 
una expresión de agradecimiento o una 
amenaza? Era eso lo que no hubiera po 
dido decir.. .. En fin, pronto saldría de 
la duda, pues estaba decidido a aceptar 
la última invitación. Cualquier aconteci 
miento que le aproximara en aquel mo 
mento a Natacha, era de capital interés. 
Media hora más tarde daba a un isvot- 
chick la dirección de la villa de Elagui- 
ne y bien pronto bajaba ante la reja don 
de Ermolai parecía esperarlo. 
Rouletabille estaba tan preocupado por 
la entrevista que tendría muy pronto con 
-Natacha, que tenía olvidado por comple 
to al excelente señor Gounsowski y su 
invitación. 
El repórter encontró a todos los agen 
tes de Koupriane formando una cadena 
infranqueable alrededor de la casa y vi 
gilándose unos (i otr.os. Matrena Petrov- 
na no quiso tener ningún agente dentro 
de la quinta. Mostró Rouletabille la or 
den de Koupriane y pasó. 
Ermolai se adelantó a su encuentro 
con el rostro lleno de alegría; parecía 
muy dichoso de volverlo a ver; saludólo 
inclinándose, muy bajo y dirigiéndole 
cumplidos de los cuales el repórter no 
entendió ni una palabra y que tuvieron 
el don de molestarle casi. Rouletabille, 
penetró en el jardín; en él encontró in 
mediatamente a Matrena Petrovna que 
se paseaba con su entenada; parecían lle 
varse de la mejor manera del mundo. 
Toda la casa tenía un aspecto de tran 
quilidad perfecta y sus habitantes pare 
cían haber olvidado por completo la 
sombría tragedia de algunas noches an-
	        
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