Full text: Año 2.1913=No. 22 (1913002200)

SUEÑO INFANTIL 
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En lugar de tristeza lo que se refleja 
ba en sus rostros era una marcadísima 
a ' e gría ... Y no porque desearan mi 
fuerte, no... 1 Bien sabía yo que otra 
c °sa les alegraba! 
El motivo de su satisfacción estaba 
bien patente encima de la cómoda... 
Ocho cucuruchos como ocho soles ates 
tados de almendras y confites, 
fue repartirían entre ellos des 
pués de la ceremonia, tenían la 
Cu lpa de que aquellos golosines 
ex perimentaran cierto contento, 
®al reprimido, ante mi inerte 
c uerpecillo. 
Al poco rato llegó el señor cu- 
ra y con él ha- 
nía por supuesto) se quejaron de cansan 
cio y el señor cura ordenó que se hiciera 
una posa. 
Mientras respiraban creí atisbar que 
Angelillo aproximó sus labios al oído de 
Pedrín y le dijo:—¿Cuánto pesa este ba 
boso, eh ? 
—¡Rediez si pesa!—le replicó el inter 
pelado—¿pero has visto qué cucurucho- 
nes de dulces tienen allí? 
.... Al cabo de cinco minutos me con 
templé en las obscuras y heladas pro 
fundidades de la fosa.. .. 
El tío Manolón, el enterrador, me 
cubrió con una porción de quin 
tales de tierra y— ¡adiós mun 
do! 
& 
m 
Cl endo oficios de 
Monaguillo, dos 
c hicos que me 
t e nían mucha ti- 
rr ia.... El uno, 
Pericandas, lle- 
Va ba la cruz y el 
Martine- 
’ as , empuñaba el 
hisopo, 
Me cantaron 
K la tremenda», hu 
medecieron mi hábito 
c ° n las benditas gotas 
íe unos cuantos asper- 
H es i y... arrearon con 
migo. 
—‘ Ay, hijo de mi 
a hia! ¡Ay, herma- 
"¡fio mío!... ¡Adiós, 
n luin, adiós que ya 
n ° te volveremos a 
Vert 
Todas esas excla 
maciones, y muchí r 
St ”ias más, brotaban 
del acongojado pecho 
'A mi desconsolada 
'"■adre y de mis afli 
gidos hermanos.... 
Mi padre, atmque 
’ n ás tranquilo y resignado, al parecer, 
ta mbién estaba abatido por la pérdida 
su querido hijo. 
Pero la ley para los muertos es esa: al 
,°yocon ellos y nada más decontempla- 
c *°nes. 
Aa cerca del cementerio los chiquillos 
Potadores de la caja (y de lo que conte 
Cuando mi madre, j^a 
enjugadas las lágrimas, 
se entretenía en distri 
buir las golosinas entre 
aquellos ingratos, 
yo ya había aban 
donado el Campo 
santo y volando, vo 
lando, ascendía en 
dirección al cielo. 
Aleteaba con tan 
extraordinaria lige 
reza, que, en menos 
tiempo que canta un 
gallo, trans 
puse el teja 
do de la casa 
del Conde, 
queconstaba 
de cinco pi 
sos, y el de 
la torre del 
reloj que aún era más alto. 
Medio minuto más y 
pasé como una flecha por 
el intrincado laberinto de 
las nubes.... y en seguida, 
.me cubrió con una porción de quintales casi de repente, iplaf! caí 
de tierra y.... ¡adiós mundo. en el cielo. 
Me recibieron con gran 
júbilo, colmándome de atenciones y aga 
sajos Entre el numeroso tropel de cria 
turas que pasó a cumplimentarme, vi a 
infinidad de niños de mi pueblo que me 
habían precedido en mi viaje. 
Allí estuve una semana, poco más o me 
nos, engullendo cuantos manjares que se 
me antojaran—sobre todo miel, manteca-
	        
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