Full text: Año 2.1913=No. 22 (1913002200)

VIDA POR VIDA 
1191 
ció,—i Pobre Petrilla! Si me vuelve a ver, 
habrá sido por usted, D. Angel. 
—Ya estamos cerca,—respondió éste. 
—La avenida nos ha cogido al cruzar 
el río en Alcantarillas. Ibamos cuatro; 
yo he podido cogerme a un tronco de ár 
bol y he hecho dos leguas en media hora; 
mis pobres compañeros se han ahogado 
antes de que usted llegara. A poco más, 
se me lleva también el agua. Dios ha 
querido que no haya sido así. ¡El se lo 
habrá de pagar, D. Angel! 
—Todos somos hermanos, Fulgencio. 
Veíase ya la obscura sombra de la ca 
sa cuando Fulgencio comenzó a gritar: 
—¡Petrilla! ¡Petrilla! 
Un momento después respondía la voz 
de la joven; 
—¡Fulgencio!, y D. Angel. 
Sorprendido Fulgencio, dijo: 
—¿Sabía mi hermana que acudía usted 
en mi auxilio ? 
—Sí; ya te lo diré luego. 
—Me conviene saberlo muy pronto, 
D, Angel,—repuso Fulgencio con tono 
breve, y hubiérase dicho que amenaza 
dor. 
—No me ganas tú en saber lo que es 
honradez,—replicó el joven.—Ea, ya es 
tamos. 
Entraron los tres en la casa, y antes 
de que Petrilla pudiera preguntar nada, 
exclamó Fulgencio: 
—¿El señor ha estado aquí esta no 
che? 
—He estado aquí,—respondió precipi 
tadamente el joven, sin dejar que respon 
diera la niña,—para hablar a tu herma 
na de un asunto que me interesa a mí 
muchísimo. 
—Usted dirá, D. Angel, aunque creo 
que es conmigo con quien debía usted 
hablar. 
—Eso quedaba para después,—contes 
tó el joven.—He venido para preguntar 
a Petrilla si quería dispensarme el honor 
de ser mi legítima esposa, y de haberme 
dicho que sí, pedirte su mano. 
—¡Casarse usted con Petrilla!, excla 
mó sorprendido Fulgencio. 
—La quiero con toda mi alma, desde 
hace muchísimo tiempo, desde que jugá 
bamos de niños. 
—Y ella, ¿que le ha dicho a usted? 
—Que no. 
—Entonces, yo no puedo torcer su vo 
luntad, agradeciendo su intención. 
— Bueno, pues ya sabes lo que ha pa 
sado y a lo que he venido, Fulgencio,— 
repuso D. Angel.—Y ahora hasta más 
ver. 
¡Cómo!, ¿se marcha usted?, ¿con 
este tiempo?,— exclamó Petrilla. Es 
imposible ponerse en camino. 
—No me importa el tiempo que hace,— 
respondió D/Angel.—Ya nada tengo que 
hacer aquí. 
—Usted perdone, D. Angel, pero no 
puedo consentir que se ponga usted en 
camino con el río desbordado y el caba 
llo medio muerto. Pase usted aquí la 
noche, y mañana Dios dirá. 
—Nc; mi tía estará intranquila. 
—Yo iré a avisarla. 
—No; me voy. 
—Pues entonces, vamos los dos. 
—No, Fulgencio. Nada me ha de pa 
sar. De aquí al Coronil no hay peligro. 
—Entonces, haga usted lo que mejor 
le cuadre; pero antes de irse, he de repe 
tirle lo que he dicho: aquí hay un hom 
bre que le debe a usted la vida, y no 
lo olvidará. 
—Déjalo, Fulgencio, tú hubieras he 
cho lo mismo. Ea, buenas noches. 
Petrilla no dijo nada, pero en cuanto 
hubo salido D. Angel, se echo a llorar 
primero, y perdió el conocimiento des 
pués, dejando atribuladísimo a su her 
mano. Por fin, volyió en sí y exclamó: 
—¿Se ha ido? 
—¡Claro está! ¿Qué tenía que hacer 
aquí? Le has dado calabazas; no digo 
que no se las dieras, si ese es tu gusto, 
pero comprendo que el pobre muchacho 
no se sintiera muy satisfecho y se fuera. 
Haz con él lo que te plazca, pero yo lo 
olvido todo. Le dieron garrote a nuestro 
padre, dicen que por salvar al suyo: él 
me ha salvado a mí de morir ahogado, 
con peligro de ahogarse él: vida por vi 
da, está saldada la cuenta. 
II 
El marqués de San Sisenando, riquí 
simo propietario de las Marismas, se ha 
llaba en el colmo de su más ambicionada 
gloria, cual era la de albergaren su pre 
ciosa quinta, llamada Villa Teresa, a la 
flor y nata de los Nemrods de la corte,
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.