Full text: Año 2.1913=No. 22 (1913002200)

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VIDA POR VIDA 
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1 del muerto y a los marqueses. Miss Ali 
cia se marchó también sin derramar una 
i lágrima. 
> Terminado el duelo,habíase puesto don 
. Angel en camino para el Coronil, y des 
pués de dar algunas órdenes a su admi 
nistrador, montó de nuevo en su caballo 
1 y se puso en camino para la mina de plo- 
1 mo, donde trabajaba Fulgencio como ca 
pataz. Pidió por él, y en cuanto compa 
reció le dijo: 
—Dispensa si te saco de tu ocupación; 
1 he venido para decirte que esta mañana 
í he matado a un hombre. 
—Si le ha matado Ud. es que lo me 
recería,—respondió Fulgencio. 
5 —Ha sido en desafío; me insultó, pero 
no hubiera yo hecho gran caso si después 
no hubiese osado lanzar una vil calum 
nia contra tu hermana. Me cegué al oírlo; 
le di de bofetadas, fuimos al terreno y 
i le tocó a él caer. 
Fulgencio miró fijamente al joyen y 
i respondió: 
—Gracias por lo que ha hecho Ud. don 
5 Angel. 
—Y ahora vengo a pedirte digas a Pe- 
3 trilla que 5 r a no me verá más. En cuanto 
1 Pase el tren, me voy a Cádiz y me em 
barco para Buenos Aires, 
i —Si yo me atreviese a pedirle a Ud. 
3 un favor, le rogaría nos fuéramos a mi 
3 casa a ver a Petrilla, y después haga Ud. 
1 lo que quiera. 
■ —No es menester; le dices lo ocurrido 
y basta. 
, ■—Le suplico a Ud. D. Angel que me 
conceda la gracia que le pido. 
3 Fulgencio avisó que tenía que mar- 
i charse para volver luego, y montado en 
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una jaca partió para el cortijo de la Pal 
ma, al lado de D. Angel. 
Era la una de la tarde y aparecía soli 
tario el campo. Sorprendida Petrilla al 
oír cómo se acercaba el ruido del trote 
de los caballos, salió al exterior, y nopu- 
diendo dominar su emoción, tuvo que 
cogerse a la puerta para no caer desva 
necida. 
Descabalgaron los jinetes, y Fulgen 
cio, dirigiéndose a su hermana, dijo: 
—Ahí tienes a un hombre a quien de 
bo la vida; ahí tienes a un hombre que 
acaba de jugarse la suya por tí. Hubo 
quien te infamó, y él le ha matado. Aho 
ra se marcha a Buenos Aires; si tú pue 
des impedirlo, quiero y te mando que lo 
impidas- 
—Yo haré por Ud. todo lo que estoy 
obligada a hacer D. Angel. 
—No estás obligada a nada; te quiero 
tanto, que para mí no hay en el mundo 
más dicha que la de merecer tu amor.... 
Si quieres ser mi esposa, yo te lo agra 
deceré siempre, y verás si es verdad lo 
que te digo. 
Petrilla, sin parar mientes en lo que 
podría decir y hacer Fulgencio, cogió la 
mano de D. Angel y exclamó: 
—Si tú me quieres, no me querrás nun 
ca como te quiero yo.. .. Si te hubiese 
visto casado con otra, me hubiera arro 
jado al río. ¡Tuya soy! 
La campana de la ermita de Santa Lu 
cía repicó alegremente, señalando la ho 
ra de volver al trabajo, terminada la 
siesta. 
Hasta la casuca llegaba el rumor de 
los cantares de la vendimia. 
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