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COSMOS
delgada como un papel, pero resistente
como forjado acero, se desliza con paso
gatuno pegada a la pared del corredor,
sin que ni la más leve pisada dejen oir
sus pies, envueltos en ligerísimas babu
chas de felpa.
Llegada al cuarto donde sabe que no
ha de trabajar en balde, forza silenciosa
mente la cerradura y a gatas se desliza
hasta la cabecera del huésped, que ronca
como un bienaventurado, Para prevenir
toda sorpresa aplica la ratera, entre boca
Dueña del botín, se desliza de la propia
manera que entró, vuelve a cerrar la
puerta, y al salir al pasillo, la invade el
temor, inevitable aúnenlos delincuentes
más serenamente cínicos, de que la sor
prendan cartera en mano; pero muy lue
go se repone, y arrastrándose junto a la
pared, llega por fin a su habitación, cu
ya entornada puerta empuja, y una vez
dentro respira desahogadamente al verse
en salvo, pues nadie podrá sospechar que
haya perpetrado el robo la condesa de
fe
■
El huésped narcotizado mientras la ladrona ejerce su industria,
y narices del dormido un trapito empa
pado en cloroformo, con lo que el sueño
se convierte en letargo y puede ella ope
rar a sus anchas sin temor de alarma.
Asegurada ya su acción, registra la
mesilla de noche, los armarios, las malé-
tas, y, sobre todo los bolsillos de la víc
tima, en donde supone no sin fundamen
to que han de estar las ganancias obteni
das pocas horas antes en la sala de juego,
pues vió ella cómo guardaba los billetes
en la cartera y en qué bolsillos la ponía.
Tal, la dicharachera y amable ameniza"
dora de la tertulia respectiva, la que a
los caballeros cautiva por su belleza y a
las damas deslumbra con sus joyas.
El robado pone-el grito en el cielo al
echar de menos su cartera, pero como la
dirección del hotel no responde de valo'
res que no se le confíen expresamente,
pues de lo contrario, cualquiera podría
fingirse víctima de robo, no tiene más re
medio que consolarse de la pérdida y po
ner el caso en conocimiento de la policía,