1390
COSMOS
ción de tales cartas, dejemos hablar ex*
clusvamente a nuestro corazón, y es
cribamos, sencillamente, aquellas frases
que puestas en la contingencia de hablar,
en lugar de estar en la de escribir, diría
mos, sintiéndolas.
Hay una circunstancia que siempre
atribuimos a la casualidad, y que a pe
sar de ella se nos hace habitual, y es la
.costumbre de no responder jamás a tiem
po las cartas que recibimos. No escriba
mos jamás las conocidas frases de «Sin
tiempo para más. .• » «Para no perder el
correo...» «Como me abruman hoy las
ocupaciones...» «Se me acaba el papel...»
y otras ingenuidades por el estilo. Diga
mos la verdad de nuestro descuido, si
tenemos con la persona a quien nos diri
gimos suficiente confianza para hacerlo
así, y de otro modo no digamos nada.
Pero huyamos de los embustes que, des
de el momento en que por adelantado no
encuentra crédito, equivalen en cierto
modo a una falta de consideración.
Las cartas pueden clasificarse en dos
grupos: cartas de amigas y cartas de
cumplido. A unos y otras hemos de res
ponder sin dilación.
Para terminar. ¿En dónde hemos de
colocar el escritorio?... En el rincón
más apartado y más tranquilo de nues
tro interior.
Si disponemos de una habitación, se
coloca en ella; y si no, el «boudoir» es el
lugar más indicado para refugiarnos en
nuestros momentos de labor, de cálculo
y de estudio.