i 4 °4
COSMOS
—Qué tal! habéis visto al padre Ale
xis ?
—Sí,—respondió Koupriane y esta
vez os he cogido! Todo lo que os había
dicho, todo cuanto había previsto ha su
cedido! Y vos ?.. .. tenéis noticias de los
enfermos? A propósito, una cosa muy
curiosa.. .. acabo de encontrar a Kister
en la avenida Nevsky.
—El médico?
—Sí, uno de los médicos deTrebassof,
en busca del cual he enviado a uno de
mis inspectores con la misión de traerlo
a la datcha, as! como a su compañero de
cabecera el doctor Lichkof. Pues bien,
ni Lichkof ni él han sido avisados; ni si
quiera sabían lo que ha pasado en la
datcha, no han visto pues al inspector.
Tengo la esperanza de que haya encon
trado en el camino a otro doctor y que
en vista de la urgencia lo haya enviado a
la quinta.
—Es lo que ha sucedido—respondió
Rouletabille, que se había puesto súbita
mente pálido.—Sin embargo, es extraño
que esos dos caballeros no hayan sido
prevenidos, pues se ha hecho saber en la
datcha que los doctores del General Tre-
bassof no se encontraban en su casa,
vuestros agentes han avisado a otros dos
que de un momento a otro se presenta
rían.
Koupriane sobresaltóse:
—Pero si Litchkof y Kister no han
abandado su domicilio!.. . Kister, quien
acaba de encontrar a Litchkof me lo ha
afirmado!.... Qué significa ésto?
—Podríais decirme—prosiguió Roule
tabille, que sentía venir el golpe—cómo
se llama ese inspector a quien habéis en
cargado de llamar a los médicos?
—Priemkof, un hombre en quien pue
do tener la mayor confianza.
*
* *
El carruaje de Koupriane vuela hacia
las Islas! La noche tardía ha llegado, y
solos, por el desierto camino, parece que
los caballos quieren llegar a las estrellas;
el coche detrás de ellos es ligero como
una pluma, y el cochero inclinado sobre
ellos, extiende los brazos como si quisie
ra lanzarlos en el vacío. Ah! hermosa
noche! hermosa noche de paz, acurruca
da a los bordes del Neva, cuya serenidad
vienen a turbar aquellos fogosos caballos
lanzados al galope.
—Priemkof! Priemkof!.. . .un hombre
de Gounsowski! debí sospechar, dudar,
—murmura con rabia Koupriane después
de las explicaciones de Rouletabille.
Pero al menos, llegaremos a tiempo?
Van de pie dentro del carruaje exitan-
do al cochero, animando a los caballos:
—Scari! Scari!.. ..Más pronto, dourak!
Llegarán antes que las bombas vivien
tes?.... Oirán el estallido antes de lle
gar?.. .. Ah! he ahí Elaguín!
Saltan de orilla a orilla como si no hu
biera puentes para sostener su carrera
insensata. Con el oído atento, parecen
esperar la explosión, el ruido de las bom
bas que van a estallar de un momento a
otro, la explosión que sarcásticamente se
prepara en el seno de la noche hipócrita
y dulce, bajo la fría mirada de las estre
llas. De pronto:
—Stoi! Sioif (detente)—ordena Rou
letabille al cochero.
—Estáis loco?—gritó Koupriane.
—Estaremos locos, si llegamos como
locos!.. . .Nosotros vamos a adelantar la
catástrofe!.... En tanto que si hay una
probabilidad.... una sola... .una sola!. .• •
y si no queremos perderla.. . .lleguemos
despacio ... tranquilamente, como ami
gos que saben que el general está fuera
de peligro.
—La única probabilidad que tenemos
es la de llegar antes que los supuestos
médicos!. .. .La cosa no debía estar tan
a punto porque ya hubiera terminado!
Priemkof, sorprendido por lo del veneno,
habrá asido la ocasión por los cabellos,
pero felizmente no habrá encontrado tan
violentamente a sus médicos!
—Hemos llegado a la datcha! En el
nombre del cielo ordenad a vuestro co
chero que detenga aquí los caballos; si
los médicos están ya en la villa seremos
nosotros quienes vamos a matar al Gene
ral!
—Tenéis razón!....
Y Koupriane, moderando su ardor y el
de su cochero, y éste el de sus bestias
hacen detener el carruaje no lejos de la
datcha, casi silenciosamente. Ermolai
avanza.
—Dónde está Priemkof? —interroga
Koupriane-