1406
COSMOS
Ermolai retrocedió hasta su pabellón
y se dirigió tranquila, normal y ostensi
blemente, haciendo crugir la arena del
sendero bajo sus firmes pasos llenos de
naturalidad, hasta la galería: era un hom
bre inteligente; comprendió y además te
nía una sangre fría extraordinaria, la
sangre fría de un importante intendente
de campo. Con extrema tranquilidad su
bió la escalera de la galería, pasó ante
el salón, pronunció las palabras que de
bía y subió al primer piso. Las sombras,
a través de las ventanas, quedaron inmó
viles de pronto y todos los rumores cesa
ron; no volvió a oirse ruido sobre el pi
so, ni un ligero ruido, y aquel súbito si
lencio hizo que los dos médicos levanta
ran la cabeza al techo, luego cruzáronse
sus miradas: aquel cambio repentino en
las cosas del piso superior era peligroso.
Koupriane murmuró:
— Torpes!
El General y sus compañeros habían
recibido el golpe; sólo el saber que se
hallaban sobre una'mina pronta a explo
tar, les había paralizado; felimente Er
molai reapareció casi en seguida dicien
do a los doctores con amable sonrisa de
criado de buena casa:
—Un minuto, caballeros, si no os es
molesto....
Y esto, con tranquilidad, con naturali
dad admirables.
Volvió a su pabellón para dirigirse
después a donde estaban Koupriane y
Rouletabille, caminando sobre el pasto;
Rouletabille, muy frío, muy dueño de sí,
tan tranquilo como Koupriane estaba ner
vioso e inquieto, decía al prefecto de po
licía:
—Es preciso obrar y pronto. Para mí,
esos dos señores empiezan a sospechar
alguna cosa.. . .Tenéis un plan?
—He aquí lo que acaba de ocurrírseme,
—dijo Koupriane,—haremos decender al
General por la escalera de servicio ha
ciéndole salir de la casa por la ventana
del saloncito de Natacha con ayuda de
una sábana. Luego, Matrena Petrovna
vendrá a hablar con ellos mientras se ha
ce lo que os he dicho, para distraerlos
mientras el General se pone fuera de pe
ligro; en seguida Matrena baja al jardín,
y llama a mis hombres quienes los fusi
larán desde lejos.
—Y la casa salta y con ellos los ami
gos del genera!
—Que intenten ellos también escapar
por la escalera de servicio y que sal
ten al jardín detrás del General.. . hay
que ensayar cualquier cosa! Y decir que
tengo a esos bribones al alcance de mi
revólver!
—Vuestro plan no es de poner en prác
tica sino en el caso de que la puerta del
saloncito de Natacha, que da al salón,
esté cerrada.
—Está cerrada, la veo desde aquí !
—Y si la puerta del obrador, a donde
da la escalerilla, está igualmente cerrada
sobre el salón.... y eso no podéis verlo.
—La puerta del obrador está abierta!
—dijo Ermolai.
Koupriane lanzó un juramento pero
casi en seguida se repuso:
—La generala, al bajar a hablarles,
cerrará la puerta.
—Imposible! — dijo el repórter;— su
desconfianza se despertará más que nun
ca!.... Dejadme obrar, tengo un plan.
—Cuál?
—No tengo el tiempo sino de ejecutar
lo, no os lo puedo decir; los médicos han
esperado demasiado.. .. Sólo que es pre
ciso que suba a donde están todos; que
Ermolai me acompañe como si fuera un
familiar de la casa.
—Subiré con vos!
—En cuanto os vean sospecharán sien
do vos el prefecto de policía.
—Vamos! Desde el momento que vean
que no tengo ningún inconveniente para
presentarme a ellos, creerán que nada
sé! Además, deben imaginarse que por
lo que ha pasado tengo que estar aquí.
—Hacéis mal.
—Es mi deber, tengo que estar con el
General hasta el último instante!
Rouletabille alzó los hombros ante
aquel peligroso heroísmo, pero no se de
tuvo a discutir; era necesario que su
plan se pusiera en práctica inmediata
mente, o cinco minutos después no ha
bría sino un montón de ruinas, de muer
tos y heridos en la datcha de las Islas.
Rouletabille sin embargo, permanecía
admirablemente tranquilo. En principio,
había admitido que iba a morir; la úni
ca hipótesis de salvación que le queda
ba, residía por completo en su sangre
fría durante la acción y en la paciencia