Full text: Año 2.1914=No. 23 (1914002300)

LAS TRAGEDIAS DEL MAR 
1351 
P'iés de cerrarla con cade 
nas. Pero el inglés no se 
dió por burlado; atacó los 
galeones españoles y las 
fragatas francesas, después 
de 
romper las cadenas, y 
Velasco entonces, viéndose 
Perdido, prefirió echar a pi 
que sus barcos, con todos 
los tesoros que llevaban, an 
tes de que cayeran en po 
der del enemigo. 
Y desde entonces han si' 
do en gran número las em 
presas constituidas para 
‘'explotar» los galeones de 
^'igo, por más que hasta el 
Presente el mar no parece 
dispuesto a soltar su pre- 
Sa i que representa una for 
tuna nacional. 
Citemos ahora entre los naufragios 
m ás dramáticos del siglo XVIII el del 
l )a rco Saint Geran (1744), en el cual se 
mspiró Bernardino de Saint Pierre para 
e -eribir Pablo y Virginia, el buque cho- 
Co contra unos arrecifes, cerca de la isla 
de Francia (hoy Reunión) y se hundió, 
c °n muerte de más de cien personas; en 
*752 se incendiaba y naufragaba la fra- 
Sata de guerra Príncipe, cerca de la eos 
ta del Brasil, pereciendo gran número 
de tripulantes y soldados; en 1763 ñau 
| ra gaba en la playa de bahía de la Ta- 
bla (cabo de Buena Esperanza) el barco 
holandés Jong- Thomas, dándose el caso 
Singular de haber sido salvados muchos 
harineros por un soldado que se lanza- 
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Salida del Titanio de Southampton para Nueva York, en 
su primero y último viaje. 
La escuadra catalano-aragonesa de Jaime I el Conquistador, 
luchando con la tempestad a la vista de Tarragona. 
ba a caballo en el mar y llegaba nadan 
do hasta la embarcación. 
Bien conocidos son los naufragios de 
las fragatas francesas Astrolábio y Brú 
jula, que al mando de La Perouse em 
prendieron el viaje de circunnavegación 
del globo (1783); nada se supo de su pa 
radero, transcurrido el plazo en que se 
esperaba recibir noticias, y en su conse 
cuencia se dispuso fueran en su busca 
varias expediciones, hasta que en 1826 
supo el capitán inglés Dillon que las dos 
fragatas habían naufragado en la isla de 
Vanikoro. 
Más dramático que ninguno de los an 
teriores fué, sin embargo, el naufragio 
de la fragata de guerra Medusa, en 1816, 
inmortalizado por Geri- 
cault en su famoso cua 
dro y popularizado por 
Eugenio Sue en su nove 
la La Salamandra. El 
buque, que se dirigía al 
Senegal, estaba bajo el 
mando de un tal M. Du- 
roys de Chaumareys, an 
tiguo teniente de navio 
antes de la Revolución, 
y emigrado durante vein 
ticinco años, que pasó 
siempre en tierra. Tan 
ignorante como ligero, se 
asesoraba de un oficial 
extranjero llamado Ri-
	        
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