Full text: Año 3.1914=No. 25 (1914002500)

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COSMOS 
Mercedes.—De verte tan serio. Pare 
ces un papá de casa de muñecas. 
José María.—¡Pues mira que tú en 
esa butaca! No te llegan los pies al suelo. 
Mercedes.—Ni a 
tí tampoco; y eso que 
tienes un año más 
que yo. 
José María.—Pe 
ro tú no sabes divi 
dir. 
Mercedes.—Pero 
sé hacer calados de 
vainica. 
José María,— 
¡Bah! Cosas de mu 
jeres .... 
Mercedes.—Sí, 
de mujeres; mamáes 
mujer y dice que no 
sabe. 
José María 
¡Querrás tú saber 
más que mamá! 
Mercedes.—¡Qué 
tonto eres! 
f Pausa. En la chi 
menea adonizan los 
troncos, vistiéndose el 
luto gris de las ceni 
zas; suscítame chis 
porroteos cada vez 
más tenues. Merce 
des y José María 
contemplan el hogar, 
y poco a poco van 
durmiéndose como la 
lumbre. La crepita 
ción de un tronco que 
cruje con estrépito les 
despierta). 
Mercedes. (Muy 
astistada). ¿Has oí 
do, José María? 
José María.—Sí; 
creo que es la lum 
bre. 
Mercedes.—Ten 
go frío. Oye, ¿no te 
da miedo estar aquí? 
José María.—(Con 
ra). A mí no. 
Mercedes.—¿Vamos 
guien? 
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voz no muy segu- 
a buscar a al- 
José María.—No, espérate; se ha apa 
gado la luz del pasillo. 
Mercedes.—¿Dónde estará Clarita? 
¿Por qué no la llamamos para que nos 
acueste? 
José María,—To 
dos están en el cuar 
to de mamá. 
Mercedes.—¿Ha 
brán traído yá el ni 
ño? Dijo papá que 
esta noche sin falta 
llegaba de París. 
José María.—A 
los niños no los traen 
de París. 
Mercedes.—¿Que 
no? 
José María.— 
Esas son cosas que 
os cuentan a las chi 
quillas. Los trae el 
médico. 
Mercedes.—En 
tonces no ha llega 
do, porque yo he vis 
to entrar al médico 
y no traía nada. ¿ Te 
alegras tú? 
José María.—Yo, 
sí. 
Mercedes.—Será 
una niña como yo. 
José María.—Se 
rá un niño. 
Mercedes.—¡Ay, 
no! 
José María.— 
¿Por qué? 
Mercedes.—Por 
que yo quiero una 
hermanita que jue 
gue conmigo, y no 
un chicazo como tú, 
que todo me lo qui 
tas por fuerza y me 
haces rabiar. Será 
una niña. 
José María.—Sí; 
para que me acuse y 
esté siempre lloran 
do como tú, en cuanto uno te mira. 
Mercedes.—¡Sí, mirar....! Es que 
tú tienes muy mala costumbre: con eso 
de jugar a los caballos y ser siempre el
	        
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