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COSMOS
graba por todas partes, para curarlo; en
cuanto al muerto, permaneció tendido
allí, bajo un mantel, esperando a la po
licía.... los que cenaban, continuaron
bebiendo en las otras mesas.... No es
eso asiático?.... Por un lado la mujer
desnuda.... por otro un cadáver......
y las alhajas y el champagne.... qué
me decís de todo eso?
Su Excelencia, el gran mariscal de
la corte os espera, caballero!
Rouletabille estrechó la mano de Ata-
nasio Georgevitch que volvió a los za-
kouskis y siguió al intérprete que le en
treabría la puerta de un gabinete parti
cular. El alto dignatario se hallaba allí
y con esa cortesía llena de encanto, cu
yo secreto poseen los rusos de la alta
aristocracia más que ninguno otro, el
mariscal dió a entender a Rouletabille
que había caído en desgracia.
—Habéis sido desprestigiado por Kou-
priane, quien os hace responsable de to
das las desgracias que ha sufrido en es
te asunto.
—El señor Koupriane tiene razón,—
respondió Rouletabille,—y Su Majestad
debe creerle puesto que es la verdad; pero
no temáis nada por mí, señor mariscal,
porque ya no estorbaré ni al señor Kou
priane ni a nadie.... Voy a desapare
cer!
—Creo quo Koupriane se ha encarga
do ya de visar vuestro pasaporte. . . .
—Es demasiado bueno, se toma de
masiadas molestias....
—En todo esto hay algo de vuestra
culpa, señor Rouletabille.... Creíamos
consideraros como un amigo.... y no
habéis dejado, según parece, de prestar
vuestro concurso a los revolucionarios, a
nuestros enemigos....
—Quién ha dicho eso?
—Koupriane!.... Era preciso haber
nos ayudado a nosotros!. ... y no lo ha
béis hecho. ... Y cuando no se está con
nosotros, se está en contra de nosotros!...
Comprendéis según creo?.... Es preci
so! los terroristas han vuelto a los pro
cedimientos de los nihilistas, que tan
buenos resultados les dieran contra Ale
jandro II. Si os dijera que han llegado a
hacerse de cómplices hasta en el palacio
imperial!....
—Sí, sí!—dijo Rouletabille, con una
voz lejana como si ya estuviera desliga
do por completo de las cosas de este
mundo, ya sé que el czar Alejandro II
encontró alguna vez dentro de su servi
lleta una carta que no era otra cosa que
su sentencia de muerte.. ..
—Señor, ayer ha pasado en el castillo
un acontecimiento que quizá es más es
pantoso que esa carta encontrada por
Alejandro II bajo su servilleta
—Qué es pues?.... han descubierto
algunas bombas?
—No!.... Es algo más extraño e in
creíble Los edredones, todos los
edredones de la familia imperial han des
aparecido aj'er por la mañana!.. . (His
tórico) .
—No!
—Como os lo digo!. ... y ha sido im
posible saber qué es lo que ha sucedido
con ellos. . .. hasta por la noche en que
se les ha vuelto a encontrar en su sitio
en todas las recámaras. Nuevo misterio!
—Vamos!.... y por dónde han pasa
do?
— Acaso se sabrá nunca?.... Sola
mente se han encontrado dos plumas es
ta mañana, en la alcoba de la empera
triz, lo que hace creer que los edredones
han pasado por ahí cuando menos....
Esas plumas, aquí están, tengo que en
tregárselas a Koupriane.
—Mostrádmelas. . . .—le rogó el repór
ter.
Rouletabille miró las plumas y se las
devolvió al mariscal preguntándole:
—Y qué es lo que deducís de esto?
—Estamos de acuerdo todos en que
hay que ver en ello una advertencia de
los revolucionarios .... Desde el momen
to en que han podido robar los edredo
nes, veis que les será fácil robar.. ..
—A la familia imperial?.... No, no
creo que sea eso!
—Entonces qué creeis que quiera de
cir.... ? Qué pensáis?
—Yo? nada!.... No sólo no pienso
nada, sino que no quiero pensar nada...
Decidme, señor mariscal, es de todo
punto inútil, no es cierto? que antes de
mi partida tratara de ver a Su Majes
tad ?
—Para qué, señor?.. .. Ahora ya lo
sabemos todo!.... Esa Natacha, a la que
habéis defendido contra Koupriane, es
la única culpable.... La última tentati
va suya, no puede, razonablemente, de-