Full text: Año 3.1914=No. 25 (1914002500)

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COSMOS 
pués hízose boxeador. En el boxeo su ca 
rrera se realizó con rapidez asombrosa; es 
decir, que allí resultó en lo suyo lo que aquí 
nos ha resultado Belmonte: un fenómeno. 
Los ingleses le adoraban; hicieron de él un 
emblema, o poco menos, del honor nacio 
nal; por sus clamorosos triunfos, fue pro 
clamado campeón inglés de boxeo, lo cual 
quiere decir, en llanas palabras, que atizaba 
unos puñetazos formidables. 
—Quiere decir también que el buen hom 
bre era un tanto bruto. 
—Aguarde, aguarde. Así las cosas, surge 
en Francia otro boxeador famoso, un tal 
Carpentier, muchacho de veinte años, pero 
recio y fuerte como un castillo. Y aquí entra 
el drama. A este Carpentier ocúrresele re 
tar al ínclito Wells. ¡Brava osadía! Los in 
gleses se indignan, se alborotan; antójaseles 
absurdo que alguien se atreva a atentar 
contra el rancio prestigio del atletismo bri 
tánico. 
—¿Pero aceptaron el reto del francés? 
—Lo aceptaron, cruzándose una apuesta 
de cien mil francos a favor del vencedor. 
Llega en esto Carpentier, pénese delante de 
Wells, le suelta cuatro puñetazos en me 
nos que se dice y me lo deja en el suelo 
agotado, maltrecho, sin sentido. 
—¡Diablo! ¡Pues no quisiera tropezar por 
ahí con ese bendito Carpentier! ... 
—¿Y qué dirá usted que hizo el público? 
—Hombre, sentir compasión por el pobre 
inglés. 
—No, señor. Le denostaron, le injuria 
ron; le persiguieron. Y si no interviene la 
fuerza pública, se lo comen. 
—¡Cáspita! Entonces se ha reproducido 
allí nuestra tradicional escena de echar a 
un torero el toro al corral. 
—Una reproducción exacta. Por donde 
hemos de inferir, mi querido amigo.... 
—Que en todas partes cuecen habas. 
EL SALTO MORTAL DE PEGOUD 
Aunque el nombre de Pégoud lo han he 
cho célebre todos los periódicos del mundo, 
sus hazañas nos fascinan todavía. Pégoud 
nos ha demostrado que, con cabeza fría y ner 
vios templados, se puede realizar proezas 
con el aeroplano y que, por muy elevado 
que esté el aparato, puede el aviador salvar 
se si aquél se ladea o se invierte. Pégoud 
se ha puesto, intencionalmente, en todas las 
posiciones posibles; posiciones en las que 
sus desgraciados antecesores se han visto y 
que han sido causa de su infortunio. 
Un testigo ocular de los vuelos hechos 
por Pégoud nos suministra datos interesan 
tes de vuelos ascendentes, invertidos y des 
cendentes realizados por tan marvilloso 
aviador. 
Dejando a un lado la curiosidad natural 
de los espectadores en la parte sensacional 
de sus ejercicios y el derroche de sangre 
fría del piloto, ¿cuál es el lado serio o cien 
tífico del hecho? 
El gerente general de los monoplanos Ble- 
riot, en Inglaterra, Mr. Norbert Chereau, 
asegura que el monoplano que usó Pégoud 
fué construido en 1911 como modelo de 50 
caballos de fuerza, de un solo asiento y que 
los únicos cambios que se le hicieron para 
estas pruebas fueron los siguientes: 
19 Un pylon nuevo de 12 pulgadas más 
de elevación colocado 6 pulgadas más hacia 
atrás. 
29 Cambio de la cola original por una de 
las usadas en los asientos tandem de pa 
tente. 
Ninguno de estos cambios afecta en lo 
más mínimo al principio de estabilidad na 
tural o al aparato. Es claro que el objeto del 
pylon más elevado es colocar los tirantes 
que sujetan las alas en un ángulo más agu 
do reduciendo, por tanto, la tensión de los 
mismos. 
La cola modelo tandem es más larga que 
la de un solo asiento y proporciona más ca 
pacidad de control que la que se requiere 
para vuelos extraordinarios, pero no es tan 
necesaria para vuelos corrientes. 
Según el Flight, es éste un aeroplano per 
fectamente normal combinado con un pilo 
to perfectamente anormal: y el piloto es per 
fectamente anormal, no porque haga rápi 
dos y complicados movimientos de control 
con la agilidad de Paderewski sino porque 
tiene fibra para mantenerse sereno en las 
posiciones más difíciles, mientras que su 
máquina continúa efectuando las evolucio 
nes a que él dió comienzo. 
Si Pégoud se hubiera desmoralizado y hu 
biera perdido el control de la palanca en un 
momento de incertidumbre, hubiera termi 
nado por caer del mismo modo que otros 
han caído en semejantes circunstancias. Pé 
goud, es una maravilla precisamente por 
que conoce lo que su aparato va a hacer y 
porque calcula exactamente el tiempo que 
el mismo debe hacer lo que está haciendo. 
Pégoud, en una palabra, es un autómata hu 
mano perfecto. 
En vez de controlar el aparato, Pégoud 
hace que éste se controle así mismo. Desde 
el punto de vista del experimentador cien 
tífico, Pégoud es el piloto ideal porque tie 
ne el talento de eliminarse en el momento 
preciso en el que el aparato entra en su fun 
ción señalada. Pégoud lo eleva con maravi 
llosa destreza hasta la altura que desea, lo 
invierte en dirección a tierra, como si lan-
	        
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