Full text: Año 3.1914=No. 26 (1914002600)

ESPAÑA EN AFRICA 
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Cuando por la difusión de la enseñan 
za, aprenda el pueblo marroquí que sus 
más sagrados recuerdos—aparte la con 
servación de las llaves y los títulos de 
las casas que poseyeron en España—se 
refieren a la obra inmensa y brillantísi 
ma de su raza directora en nuestro sue- 
lo, empezarán a sentir la satisfacción de 
la antigua grandeza, a mirar con interés 
y con amor el teatro donde se produjo, a 
considerar como colaboradores, como 
hermanos, a los que supieron defender 
de los desdenes del tiempo y del olvido 
la herencia común. 
En los anales de Córdoba, de Sevilla, 
Aquellos alarifes supieron escalar las ci 
mas de la inmortalidad, levantando mez 
quitas, alcázares, alcazabas, que segui 
mos mostrando hoy todavía con legítimo 
orgullo al «turista» sorprendido y en 
cantado. 
Los matemáticos, los geógrafos, los 
astrónomos, los químicos, los filósofos, 
los habilísimos agricultores, los indus 
triales del papel, de la seda, de los cue 
ros, de los tapices, de la cerámica, que 
tan enorme contingente prestaron desde 
España al progreso general, en el trans 
curso de los siglos IX al XV, hispano 
árabes fueron en buena parte. 
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os generales Jordana, comandante general, y Aguila, director de las maniobras, oyendo la relación 
hecha por el teniente coronel Sacanelles, que manda el batallón de Cazadores de Segorbe, de las 
operaciones que efectuó dicho batallón durante el desarrollo del combate. Escuchan la rela 
ción los generales Domingo Villalba, Moltó y Aizpirú, y gran número de jefes y oficiales. 
e Granada, de Valencia; en las distin 
as regiones de nuestra Península, doft- 
e e l arabismo dejara su huella lumino 
sa, deben buscar los marroquíes lo me- 
l° r de su existencia pretérita, si no han 
Perdido todo instinto de vida; si todavía 
es queda algún sentido de nacionali" 
dad. 
Lo que alcanza más alto relieve en la 
cu tura musulmana durante el deslum 
brador período de su apogeo,—la Edad 
viedia a tierra española se refiere. 
Nombres y obras acuden en tropel a 
la memoria. La inagotable cultura grie 
ga entró a torrentes en Europa por el 
fecundante cauce de nuestro Averroes. 
Todo el siglo XII fue averroista en ma 
teria filosófica. ¿A qué hablar de Alha- 
san, de Gabirol, de Tofail, de Edrisi, si 
la lista de sabios se haría interminable? 
Lo que importa afirmar es que el rico te 
soro de la historia «mora» quedó en Es 
paña; que sólo España puede devolverlo 
en servicios civilizados:—enseñanza, jus-
	        
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