Full text: Año 3.1914=No. 26 (1914002600)

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COSMOS 
mento que fué cocina, el guía Francisco 
se despide, y parte camino de Espina- 
ma, por la ca?ial de la Gendua, en la ver 
tiente Sur de la Sierra Arredonda y por 
Fuente Deva. 
Decirte, lector, que lo pasamos bien 
aquella noche sería engañarte: durmien 
do (?) sobre unos tablones, a 2.040 me 
tros de altura, en una noche de viento 
formidable, y sin más abrigo que la pe 
lerina o capa de montaña, no es posible 
exigir que el sueño llegue. 
A las seis de la mañana estamos dis 
puestos para marchar. Descendemos ver 
tiginosamente por la empinada y pedre 
gosa ladera de Hoyo sin Tierra, sorpren 
diéndonos en el trayecto una avalancha 
de pedruscos, promovida por un rebeco 
que huye en los altos de la montaña. 
Después del descenso comienza la su 
bida fuerte y un tanto penosa por la ver 
tiente Sur de Peña Vieja. Entramos en 
la angosta hondonada de la Canalona. A 
un lado y otro se alzan imponentes las 
agujas de Santa Ana, algunas inaccesi 
bles absolutamente; otras, brindando con 
sus grietas emocionantes escaladas. 
En una gruta natural resposamos la 
jadeante ascensión; desde allí contempla 
mos en derredor nuestro el majestuoso 
circo de montañas que rodean el Hoyo 
sin Tierra: de izquierda a derecha elé- 
vanse las cumbres afiladas de Punta Ma- 
dejuna (2.521 metros), Tiro Llago {2.503 
metros), la Torre del Llambrión (.2.638 
metros), Punta de Horcados Rojos (2.469 
metros), la Punta de Santa Ana (2.565 
metros), a cuyos pies nos hallamos; vol 
viendo más a la izquierda, se admiran 
las torres agudísimas que la Peña Vieja 
lanza al Sur, y entre ellas, al fondo, el 
mar de nubes que se cierne sobre el va 
lle de Baró. 
Proseguimos el ascenso por una estre 
cha grieta de Santa Ana, y conseguimos 
alcanzar el Collado de la Canalona,donde 
descansamos junto aun extendido nevero. 
A las once emprendemos el ataque al 
Pico de Santa Ana por la falda que mira 
al Collado, y a la media hora ya hemos 
dominado varias de las gigantescas to 
rres que le circundan; aún restan varias, 
de las que podemos prescindir para lle 
gar a la cumbre; pero hay una, que se 
yergue esbelta y cuya gallardía parece 
invitarnos a conquistarla; nos decide a 
realizarlo el mohín de incredulidad que el 
guía hace cuando le proponemos atacarla. 
¿Cómo hemos subido? No lo podría 
explicar; sólo sé deciros que hubiera que 
rido ser miriápodo, porque había momen 
tos en que necesitaba tres o cuatro ma 
nos más y otros tantos pies. 
La torre innominada ha sido vencida; 
nosotros, por ese derecho de primeros 
ocupantes,la hemos bautizado con el nom 
bre de Torre del Madrileño; hemos deja 
do sobre su cimera una pirámide de pie 
dras y bajo ellas nuestras tarjetas. Ahí 
queda rememorada la conquista en una 
fotografía para la íntima satisfacción 
nuestra. ¡Oh vanidad de los humanos! 
José Fernández Zavala. 
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Estribaciones S. E. de Peña Vieja y, a la derecha, el desfiladero 
llamado Canal del Vidrio.
	        
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