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LOS DINAMITEROS RUSOS
AVENTURAS DE JOSÉ ROULETABILLE
NOVELA DE GASTON LEROUX
Traducción especial para “COSMOS”, de Maria L. Tapia.
(continuación.)
a N cuarto de hora más tarde, Jo
sé Rouletabille, del periódico
“La Epoca” era introducido
en el gabinetito que tan bien
conocía por haber tenido en él su prime
ra entrevista con Su Majestad. Era. un
despacho de trabajo de campo de los más
sencillos; algunas figuras en los muros,
el retrato de la czarina y de los prínci
pes imperiales sobre la mesa; cigarrillos
de Oriente en pequeños godetes de oro...
Rouletabille no estaba muy tranquilo
del todo, pues el gran mariscal de la
corte le había dicho:
—Tened cuidado, el emperador está
de muy mal humor contra vos.
Una puerta se abrió y se cerró. El
czar hizo una señal al mariscal que des -
apareció. Después de haberse inclinado
muy bajo, Rouletabille se enderezó y
miró al emperador cara a cara.
Indudablemente, Su Majestad no es
taba contento.
El rostro del czar de ordinario _ tan
tranquilo, tan dulce y sonriente, tenía el
aspecto más severo; sus ojos brillaban
con un terrible resplandor. El empera
dor sentóse y encendió un cigarrillo.
—Caballero,—comenzó—casi no estoy
disgustado de veros antes de que partais,
para deciros yo mismo que no estoy con
tento de vos; si íuérais uno de mis sub
ditos, ya os hubiera hecho emprender un
viaje hacia el lado de los montes Ura
les ....
—Vengo de más lejos, señor!
—Caballero! os ruego que no volváis
a interrumpirme y que no habléis sino
cuando yo os interrogue!....
—Oh! perdón, señor! . ..perdón!
—No me ha engañado el pretexto que
habéis dado al gran mariscal para llegar
hasta mí....
—No es un pretexto, señor!.. ..
—Otra vez?
—Oh! perdón, señor, perdón!
—Deseaba deciros que, viniendo a Ru
sia para ayudarme contra mis enemigos,
éstos no han encontrado apoyo más sóli
do ni más criminal que el vuestro!
—De qué se me acusa, señor?
—Koupriane.. . .
—Ah! ah! perdón ....
Mi gran jefe de policía se ha queja
do justamente de que vos os habéis pues
to de por medio siempre, ante todos sus
designios y de que todo lo habéis puesto
en obra para hacerlos abortar. Desde el
primer día habéis alejado a sus agentes
que os estorbaban, según parece; luego,