Full text: Año 3.1914=No. 27 (1914002700)

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PARA TRIUNFAR 
Por JULIO JIMENEZ RUEDA 
PERSONAJES; 
Evangelina. Leandro. D. Anselmo. 
La escena: un saloncito amueblado con gusto. Hay fiesta, santo de alguien tal vez. Se baila en las pie 
zas contiguas. La lámpara que cuelga del techo alumbra discretamente, su luz se esparrama de 
una manera velada, tenue Balcón abierto a la calle por donde penetra el relente de la noche. 
El baile no es de etiqueta: el frac nos molesta en México, lo usamos solamente en las grandes 
ocasiones y eso en lo particular; en nuestras fiestas caseras, permanece en el armario: se viste de 
negro, con eso basta. La fiesta, sin embargo, es elegante, no porque la hayan anunciado así los 
cronistas de sociales, sino porque a ella concurren personas de buen tono, lo que no empece para 
que por ahí se cuele uno que otro figurón. Al día siguiente exagerarán los diarios ¡exageran tan 
to! Se escuchan conversaciones apagadas: las señoras murmuran escudándose tras los abanicos, 
los caballeros hablan de negocios, de conquistas, murmuran los malsines también, sustentando sus 
murmuraciones en la base deleznable del humo de un cigarro puro. 
(Un vals de opereta, llama a los concu 
rrentes. Las parejas se pierden por el fon 
do. En el saloncillo queda sólo un viejo 
caballero, de noble presencia, viste bien, 
fuma y sus ojos conversan con la luz de 
tas estrellas. 
Leonardo entra a poco, Leonardo es un 
artista; no pinta sonrisas enigmáticas de 
mujeres como aquel otro divino Leonardo, 
Que éste modela en el mármol la línea y 
ta forma, la grandeza. Leonardo es a las 
veces soñador. ¿Qué artista no lo es? Prin 
cipia la charla. 
Leonardo.—D. Anselmo. 
, D- Anselmo.—Querido Leonardo, te ha- 
ci a dando vueltas a los compases de ese vals. 
LEON.—Yo, no bailo. 
tL Ans.—Y, sin embargo 
León.—Hace un momento no bailaba. 
P • Ans.—Hubiera creído 
León.—Conversaba. El baile no se hizo 
Para mí. Mucho menos el baile moderno. El 
ade antiguo tal vez; el ritmo puro, las fi- 
«uras blancas, modelos perennes de már 
moles eternos, figuras que llevaban en sus 
0c as las sonrisas de las gracias. Los bailes 
modernos no. ¡Oh! para bailar se baila en 
todas partes. Salón: la ciudad, el mundo. 
Parejas, las que se quiera; un día una, otro 
día otra. Cada uno de esos chiquillos que 
ahora danza cambia de pareja diariamente, 
como pueden cambiar de puños. Yo estoy 
por la unidad, D. Anselmo. Una sola quisie 
ra tener. Hasta ahora la he tenido de már 
mol, distintas estatuas, distintas figuras, pe 
ro el alma una, siempre una, y esa alma, 
D. Anselmo, es un trasunto del alma mía. 
La última la arrancaron de mis brazos hace 
poco. 
D. Ans.—La que compró el marqués de 
los Rosales. 
LEON.—Esa. Ya ve usted un extranjero. 
Crea usted que soy fuerte, si no.... 
D. ANS.—¡Hermosa era! 
LEON.—Me costó el sueño de muchas no 
ches. El mármol se resistía a ser labrado. 
¡Ah, D. Anselmo, si viera usted el trabajo 
que cuesta, la desesperación que causa, el 
desaliento que produce! Para después rodar 
en palacios extranjeros. Porque en los pa 
lacios nuestros El arte en México. Si 
viviera uno de lo que produce el arte aquí,
	        
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