LITERATURA Y ARTE
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ble canto. Sólo las hormigas, fiadas en
su valor y su número, continuaron sus
correrías, pero los demás merodeadores
desaparecieron; y él seguía adelante, es
parciendo el espanto en su derredor.
De improviso cayó a su frente una
sombra que le cerró el paso, era una ra
ta. El alacrán soltó su presa y se puso
a la defensiva; el roedor tiró
le una dentellada recibiendo
al mismo tiempo una picadura
en el hocico....al sentir el
aguijón dió un salto tremendo
con el cual lanzó a su enemigo
a cierta distancia, huyendo
después a su agujero, donde
es seguro que murió por los
efectos del veneno que le hubo
moculado su adversario.
El escorpión permaneció un
momento como atontado, des
pués se puso a buscar su pre
sa; distinguióla al cabo, pero
'ah! ya no era suya! ¡las hor
migas 'la habían descubierto
Y se la llevaban!.. .. acercóse
colérico, pero varias hormigas
se abalanzaron a él abriendo
las mandíbulas con aire ame
nazador, visto lo cual decidió
alejarse, y colándose por los
mtersticios de una puerta, ca
yó al jardín.
Apenas desapareció, reanu
dóse la algazara por todas
Partes, como es fama que su
cedía en los salones del Primer
Imperio luego que se ausenta
ba Napoleón.
Dejemos por el pronto a
nuestro héroe correr aventu
ras en el jardín, y asistamos a
°s honores póstumos tributa
dos al infeliz autor, muerto en
el apogeo de su fama. El en
terro de la cucaracha era sun
tuoso. Las hormigas, con su
traje de riguroso luto, dispu
tábanse el honor de cargar
e l cuerpo del ilustre difunto con la mis-
jrra solicitud que demuestran, entre
os hombres, los herederos y amigos
ue un muerto que fué rico e influyente,
y con miras igualmente desinteresadas....
el cortejo fúnebre alcanzaba una longi
tud de 20 centímetros aproximadamente;
la concurrencia era innumerable. En
ocasiones la comitiva suspendía su mar
cha, y uno de los dolientes, encaramán
dose sobre el cadáver, a falta de otro si
tio más elevado, empinábase sobre sus
patas traseras, y agitando las de adelante
y los cuernecillos de su cabeza, gesticu
laba como telégrafo aéreo: era el orador
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La Manta devorando a su macho durante su apareamiento.
Fabricando su nido. Cárabos dorados devorando una
lombriz de tierra.
fúnebre que hacía en versos improvisados
el panegírico del difunto. Después el cor
tejo proseguía su marcha.
El entierro atravesó la estancia en to
da su longitud y trató de ascender por
la pared, aunque al principio infructuo
samente. Cien veces vino al suelo encon-