Full text: Año 3.1914=No. 28 (1914002800)

CASI ARTISTA 
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preciso que a su casa viniesen sin rece 
los sus parroquianas, las señoras princi 
pales .... 
Extendida estaba sobre las mesas del 
obrador una canastilla de hijo de millo 
nario—la más cara y completa que le ha 
bían encargado a la costurera, un poema 
de incrustaciones, realces y pliegues — 
cuando se entró habitación adelante, en 
tre las risas fisgonas de las oficialas, un 
hombre de trazas equívocas. Venía fu 
mando un pitillo, y, al preguntar por 
«Dolores» y oír que no se podía hablar 
con ella—lo cual era un modo de despe 
dirle,—soltó a la vez un terno y la coli 
lla ardiendo; el terno sólo produjo alar 
ma en las chiquillas; la colilla chamuscó 
el encaje Richelieu de una sábana de 
cuna. 
—¡Soy su marido!—gritó el intruso,— 
y a cualquier hora mese figura que la po 
dré ver.... 
No cabía réplica. Corrieron a avisa 1 " 
a la maestra; se presentó temblona, y se 
le llevó a un cuarto, allá dentro. No se 
sabe lo que conversarían; acaso el Ver 
derón confesase que se hallaba ya con 
vencido de que también allá en el Nue 
vo Continente tienen la absurda exigen 
cia de que se trabaje, si se ha de ganar 
la plata... Lo cierto es que se hizo nn 
convenio: el Verderón comería a cuenta 
de su mujer, y hasta bebería y fumaría, 
comprometiéndose a respetar la labor de 
ella, su negocio, su industria ya funda 
da, su arte elegante. Y Frutos prometió. 
Mas no era el holgazán del escaso nú 
mero de los que cumplen lo pactado, y 
su orgullo de varón y dueño tampoco se 
avenía a quella dependencia, a aquel pa 
pel accesorio... ¡Vamos, que él tenía de 
recho a entrar y salir en su casa cuándo 
y dónde se le antojase! ¡Bueno fuera 
que por cuatro pingos de cuatro señora 
das que venían allí se le privase de pa 
sarse horas en el taller, requebrando a 
las oficialitas! Y as'í lo hizo, a pesar del 
enojo y las protestas de Dolores. 
—¿Tienes celos, eh, salada?—pregun 
tábale él, sarcástico. 
—¡Celos!—repetía ella.—Si te gustan 
las oficialas llévatelas a todas... pero 
fuera de aquí, ¿entiendes...? A un sitio 
en que tus diversiones no me estropeen 
la labor ¡Eso no! Eso no te lo aguanto, y 
te lo aviso...¡No me toca a mis encargos 
un vago como tú! 
Con la malicia de los borrachos, así 
que Frutos comprendió que ahí le dolía 
a su mujer, empezó a meterse con la ro 
pa blanca. Escupía en el suelo, tiraba los 
cigarros sin mirar, manoseaba las pren 
das, se ponía las enaguas bromeando, se 
probaba los camisones. Naturalmente, 
cualquier desmán de las oficialas lo dis 
culpaban achacándoselo al marido de la 
señora maestra. Venían ya quejas de 
clientes, recados agrios—el descrédito 
que principia...—Un día «se perdieron» 
unos ricos almohadones... Dolores ave 
riguó que estaban empeñados por Fru 
tos para beber. 
Una tarde de exposición de equipo de 
novia, anunciada hasta en periódicos, el 
carpintero volvió a su casa chispo y ma 
ligno. La madre de la novia, la novia y 
parte de la familia examinaban el ajuar. 
Entró el Verderón, y su boca hedionda, 
de alcohólico, comenzó a disparar pullas 
picantes, a glosar, en vocabulario de la 
taberna, los pantalones y los corsés, las 
prendas íntimas, florecidas de azahar. ., 
Cuando las señoras hubieron escapado, 
despavoridas e indignadas, exigiendo el 
envío inmediato de su ropa y jurando no 
volver más a tal casa y contárselo a las 
amigas, Dolores, pálida, tranquila, se 
plantó ante el esposo. 
—Vuelve a hacer lo que hiciste hoy... 
y sales de aquí y no entras nunca. 
—¿Tú a mí?—rugió el borracho.—¿Tú 
a mí? Ahora mismo voy a patear esas pa 
yaserías que haces .... ¿Ves ? Las pateo 
porque me da la gana. 
Y agarrando a puñados las blancuras 
vaporosas de tela diáfana, orladas de en 
cajes preciosos, las echó al suelo, dan 
zando encima con sus zapatos sucios. .. 
Dolores se arrojó a él... La pacífica, la 
mansa, la sufrida de tantos años se ha 
bía vuelto leona Defendía su labor, de 
fendía, no ya la corteza para comer, si 
no el ideal de hermosura cifrado en la 
obra. Sus manos arañaron, sus pies ma 
gullaron, la vara de metrar puntilla fué 
arma terrible... Apaleado, subyugado, 
huyó Verderón a la antesala y abrió la 
puerta para salvarse. Todavía allí Do" 
lores le perseguía, y el borracho, trope 
zando, rodó la escalera. La cabeza fué 
a rebotar contra los últimos peldaños, de
	        
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