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AflO II
LIMA MAEZO 9 de 1016
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Director: cáelos FEEEZ i canepa gerente aueelio J. maetin
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Instantáneas
Fué cl segundo día dc carnaval, de éste extraño carnaval que la gente
festeja, y que es, para nosotros, una página desglosada dei eterno carnaval
de la vida, ó lo que es igual', un gesto de sinceridad en los hombres que se re
velan al cabo de tanta hipocresía y tanta farsa. Fué el segundo día de festa
pagana y salvaje, ■ llamémosla tal como es, - cuando la ciudad cobraba alo
cado movimiento y cuando el desfile de Picrrots y Colombinas vulgarizados
matizaba el paisaje monótono de supremo colorido. Por una de esas calles
nuestras, estrechas, que aún conservan el esplendor dc los dias virrcynales, iba
una anciana camino del hogar. Viejita, enjuta, apenas podía seguir. Arras
trando los pies, como buscando amparo, inclinándose en las paredes, avanza
ba, avanzaba De los balcones y de las azoteas, el agua caía inclemente
mente sobre los cuerpos húmedos de los jugadores y de los transeúntes. Y se
sostenían alegres combates de globos, de serpentinas multicolores en medio de
una algarabía entusiasta- Mas, mientras lodos se divertían, la anciana cruza
ba su calle de Amargura, pues era objeto de burla y era blanco de los pro
yectiles salvajemente carnavalescos Ante el paso de la ancianidad la car
cajada de la juventud irrespetuosa era una revelación dc nuestra cultura ac
tual. Y oíamos que de un grupo de cultísimos jóvenes expresaba una voz:
—I Viva el carnaval! En carnavales no se respeta á nadie. Todos somos
unos ¡La igualdad! ¡La tolerancia! ¡Lo inmoral! ¡La libertad! Yo
quisiera que todo el año fuera carnaval
No nos asombramos, por lo acostumbrados que estamos á oír necedades
en gentes que visten á la moda. Pero si sentimos una sensación de dolor en
nuestras almas, una pena infinita é inexplicable
La anciana, pintarrajeada, empapada, vejada, ya no podía más. Cayó
rendida á la vera del camino, con los ojos llorosos, el rostro pálidamente
triste. Sin embargo, dc sus labios exangües no brotaban palabras dc cólera,
frases de rebeldia. Una resignación acabada la hizo sólo exclamar, diri
giendo los ojos al grupo de jóvenes cultos, y, levantándolos, luego, al cielo'-
—Perdónalos, Señor, que aún no saben lo qué hacen
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