Full text: 1.1915=Nr. 2 (1915000102)

Letras 
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OltllfACIÍ Di LAS CATLIIMS DI FILOSOFIA 
La convicción es el principio incon 
testable de las formas activas. Ningún 
estado de conciencia puede resolverse en 
actos sin tener por verdaderos sus con 
tenidos. La falta de creencias es el 
resultado no del análisis que descubre 
la verdad sino del criticismo que erige 
en dogma la duda. La crítica si bien 
abunda en juicios, nunca ahonda el 
estudio de una proposición; considera 
determinados aspectos y teje, así, ella 
misma la red sutil de un engaño de 
la que no se siente substraído quien 
cree en este depurativo ilusorio del 
pensamiento, que siembra la obscuridad 
y cierra, por tanto, los caminos al im 
pulso y a la aspiración. 
Nada ha sido más estéril para el 
pensamiento que la metafísica, nada 
más fecundo para los ideales que la 
ciencia. Las nociones inabarcables de 
espacio y tiempo fueron siempre temas 
predilectos de los retóricos. Los filó 
sofos de nombradla hicieron gala de 
agudeza y penetración para definir 
las; pero estamos bien seguros de 
no saber lo que son fuera del con 
cepto de cantidad con que los utiliza 
la matemática. «Confieso a Vd. que no 
conozco libro alguno, en el mundo, cu 
ya lectura me haya costado tanto es 
fuerzo», escribía el profesor Grave a 
Kant después de leer sus manuscritos 
de la Crítica a la Razón Pura. La Me 
tafísica, que no tiene por base la ex 
periencia, parece destinada a ser la 
contradicción de lo físico o estar en 
pugna con la verdad cuya conquista 
ennoblece nuestras vanidades. Su len 
guaje confuso obscuro, porque pretende 
ocuparse de un conocimiento que no está 
en las cosas, única evidencia, consigue 
Para «Letras» 
siempre producir ese estado de duda tan 
cruel para los espíritus sinceros, al entre 
garlo alexcepticismo;tan entretenido pa 
ra los espíritus paradojales porque nutre 
su cinismo; tan acariciador para los 
temperamentos soñadores cuya insacia 
ble libertad no encuentra fuero en nin 
guna ley. 
La filosofía alemana de los últimos 
años divorciada de la ciencia y, por 
tanto, esencialmente individualista, es 
la crisis más desconcertadora de la 
moral humana; se ha levantado, de es 
ta suerte, un personalismo anacrónico 
que, triunfando fácilmente en todas las 
conciencias, ha traído la guerra que 
lamentamos. En ninguna de las civili 
zaciones actuales, la metafísica ha divi 
dido más y construido más sistemas de 
interpretación. Sin ideas generales y 
comunes capaces de formar una con 
vicción más universal que la circuns 
cripta de cada ciencia, en la nación se 
impuso la de fuerza que es primitiva 
y oligárquica. El emperador ha repe 
tido con tal insistencia en sus procla 
mas la aspiración al predominio uni 
versal mediante el ejército y la ayuda 
divina, y los 60 millones de súbditos 
la acatan con tanta fé, que solo eso 
acusa una incurable crisis de las ideas 
generales, el retroceso a las épocas fa 
raónicas y la causa verdadera del co 
losal cataclismo que no tiene justifica 
ción en un siglo razonante. Alemania 
ha tenido cien filósofos en el siglo XIX. 
Pero todos han sido críticos, negativis 
tas, disolventes; han destruido el pen 
samiento general nuevo nacido en las 
ciencias; por eso fué fácil a una casta 
mediocre desplegar la bandera de un 
ideal bárbaro para una acción conjun-
	        
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