Full text: 1.1915=Nr. 2 (1915000102)

Letras 
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el culto de la humanidad es el único 
culto racional y que el poder final de 
la humanidad es el único derecho. 
Si con tales principios organizácemos 
3a sociedad civil, reproduciríamos o la 
teocracia indo-egipcia, o el cesarismo 
romano, o la monarquía pontificia, que 
suprimen la personalidad humana y la 
independencia nacional. 
Pero una verdad se hace evidente 
después de examinar tantos desvarios 
metafísicos y teológicos, y es esta: que 
las sociedades modernas se han organi 
zado, no con arreglo a esos absurdos 
sistemas, sino con la teoría de los dere 
chos individuales preconizada por Lóe 
te, Rousseau, Kant, en general, por los 
publicistas ingleses, franceses y anglo 
americanos. 
Pero entre estos últimos aparece un 
publicista que se ha desprendido del 
grupo liberal para afiliarse en el partido 
hegeliano. Me refiero al profesor Bur- 
gess, de New York. Es raro que un 
americano de raza inglesa se haga de 
fensor del panteísmo político y por en 
de partidario de la fuerza. Vale la pena, 
entonces, de examinar la obra del nom 
brado publicista, ya que ha encontrado 
alguna aceptación en el mundo inte 
lectual. 
«Ciencia política» es el título del tra 
tado en cuestión. Al ocuparse en los 
primeros capítulos de la naturaleza del 
Estado, escribe: «El Estado es la huma 
nidad considerada como unidad orga 
nizada. Su base territorial es el mundo, 
Y el pricipio de unidad la naturaleza 
humana. El Estado nacional es imper 
fecto; por eso el Estado perfecto, el Es 
tado del porvenir, es el Estado cosmo 
polita». 
Los estoicos usaban parecido lengua 
je en la antigüedad cuando afirmaban 
fiue el hombre era ciudadano del uni 
verso; en cuanto al concepto de Estado- 
Humanidad, implica el panteísmo político 
fiue acabamos de esbozar. 
Prescinde el profesor Burgess de la 
soberanía limitada del pueblo, y afirma 
fiue el Estado es el soberano. Posee la 
soberanía sobre toda la población. La 
soberanía del Estado es el poder origi 
nario, absoluto, ilimitado, universal, so 
bre todos los hombres y sobre todos 
los grupos humanos. El poder del Esta 
do no puede ser limitado, porque deja 
ría de ser soberano. El Estado es el 
que juzga y decide todo, de las leyes 
divinas y humanas, de las lesees de la 
naturaleza y de las internacionales. No 
hay pueblo soberano, sino Estado sobe 
rano. Y lo que se llama conciencia 
nacional es la conciencia del Estado; 
de suerte que lo que decide el Estado 
soberano es para el súbdito la verdad 
y la justicia. Nada se adelanta con ape 
lar a la conciencia del mundo civilizado 
contra la conciencia del Estado: los 
tratados internacionales no tienen va 
lor contra la conciencia del Estado. 
En el fondo, la doctrina del profesor 
Burgess reproduce la brutal teoría del 
despotismo preconizada por Hobbes, Spi- 
noza, los metálicos alemanes y los cori 
feos de la monarquía de derecho divino. 
El Estado moderno-añade Burgess— 
es la solución mas moderna y mas. 
completa que el mundo ha producido, 
de todo el poblema de la organización 
política. 
Pero ¿a qué Estado se refiere el autor 
de la Ciencia Política? ¿A Estados Uni 
dos o Inglaterra tal vez? Nada de eso. 
Su modelo es la nación llamada por la 
Providencia a imponer al mundo una 
cultura mas perfecta. Prosigue en estos 
términos: 
«El Estado moderno es la creación 
del genio germánico que autoriza a 
Alemania, en la economía del mundo, 
a asumir la dirección del establecimien 
to y la administración de los Estados». 
¿Porqué razón? 
«Porque el espíritu germánico es el 
espíritu político por excelencia. La raza 
germánica es la mas hábil y capaz 
para dirigir al resto del mundo. Por 
eso las naciones germánicas no pueden 
mirar nunca el ejercicio del poder po 
lítico como un derecho del hombre, 
sino como un derecho de la raza ger-
	        
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