Letras
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el culto de la humanidad es el único
culto racional y que el poder final de
la humanidad es el único derecho.
Si con tales principios organizácemos
3a sociedad civil, reproduciríamos o la
teocracia indo-egipcia, o el cesarismo
romano, o la monarquía pontificia, que
suprimen la personalidad humana y la
independencia nacional.
Pero una verdad se hace evidente
después de examinar tantos desvarios
metafísicos y teológicos, y es esta: que
las sociedades modernas se han organi
zado, no con arreglo a esos absurdos
sistemas, sino con la teoría de los dere
chos individuales preconizada por Lóe
te, Rousseau, Kant, en general, por los
publicistas ingleses, franceses y anglo
americanos.
Pero entre estos últimos aparece un
publicista que se ha desprendido del
grupo liberal para afiliarse en el partido
hegeliano. Me refiero al profesor Bur-
gess, de New York. Es raro que un
americano de raza inglesa se haga de
fensor del panteísmo político y por en
de partidario de la fuerza. Vale la pena,
entonces, de examinar la obra del nom
brado publicista, ya que ha encontrado
alguna aceptación en el mundo inte
lectual.
«Ciencia política» es el título del tra
tado en cuestión. Al ocuparse en los
primeros capítulos de la naturaleza del
Estado, escribe: «El Estado es la huma
nidad considerada como unidad orga
nizada. Su base territorial es el mundo,
Y el pricipio de unidad la naturaleza
humana. El Estado nacional es imper
fecto; por eso el Estado perfecto, el Es
tado del porvenir, es el Estado cosmo
polita».
Los estoicos usaban parecido lengua
je en la antigüedad cuando afirmaban
fiue el hombre era ciudadano del uni
verso; en cuanto al concepto de Estado-
Humanidad, implica el panteísmo político
fiue acabamos de esbozar.
Prescinde el profesor Burgess de la
soberanía limitada del pueblo, y afirma
fiue el Estado es el soberano. Posee la
soberanía sobre toda la población. La
soberanía del Estado es el poder origi
nario, absoluto, ilimitado, universal, so
bre todos los hombres y sobre todos
los grupos humanos. El poder del Esta
do no puede ser limitado, porque deja
ría de ser soberano. El Estado es el
que juzga y decide todo, de las leyes
divinas y humanas, de las lesees de la
naturaleza y de las internacionales. No
hay pueblo soberano, sino Estado sobe
rano. Y lo que se llama conciencia
nacional es la conciencia del Estado;
de suerte que lo que decide el Estado
soberano es para el súbdito la verdad
y la justicia. Nada se adelanta con ape
lar a la conciencia del mundo civilizado
contra la conciencia del Estado: los
tratados internacionales no tienen va
lor contra la conciencia del Estado.
En el fondo, la doctrina del profesor
Burgess reproduce la brutal teoría del
despotismo preconizada por Hobbes, Spi-
noza, los metálicos alemanes y los cori
feos de la monarquía de derecho divino.
El Estado moderno-añade Burgess—
es la solución mas moderna y mas.
completa que el mundo ha producido,
de todo el poblema de la organización
política.
Pero ¿a qué Estado se refiere el autor
de la Ciencia Política? ¿A Estados Uni
dos o Inglaterra tal vez? Nada de eso.
Su modelo es la nación llamada por la
Providencia a imponer al mundo una
cultura mas perfecta. Prosigue en estos
términos:
«El Estado moderno es la creación
del genio germánico que autoriza a
Alemania, en la economía del mundo,
a asumir la dirección del establecimien
to y la administración de los Estados».
¿Porqué razón?
«Porque el espíritu germánico es el
espíritu político por excelencia. La raza
germánica es la mas hábil y capaz
para dirigir al resto del mundo. Por
eso las naciones germánicas no pueden
mirar nunca el ejercicio del poder po
lítico como un derecho del hombre,
sino como un derecho de la raza ger-