Full text: 1.1915=Nr. 3 (1915000103)

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Letras 
tos, sino de un espíritu colectivo. Es 
decir, que no debemos ignorar los prin 
cipios de la Sociología, de la Psicología 
colectiva, sin las cuales la historia 
sería bien poco útil. El fatigoso pro 
ceso de la formación de la nacionalidad, 
interesa a la ciencia, mucho más que 
la historia narrativa. La Geografía 
«es de una influencia visible» en este 
problema. Es necesario estudiar las 
«causas telúricas», (Reclus), las causas 
étnicas y las causas morales de la for 
mación de la nacionalidad y eso no 
puede hacerse sino conociendo la his 
toria y estudiándola con el auxilio de 
la Sociología. 
DEL VALOR DE LOS PRECEPTOS 
La «letra muerta» del precepto, como 
la letra del dogma, tiene efímera in 
fluencia en la moralidad de los hom 
bres. Sentimientos e ideales vigorosos 
son las palancas de los grandes hechos 
humanos. Ellos no se adquieren con 
preceptos, sino con algo que penetre 
al fondo del alma para conmoverla y 
que se imponga a la razón hasta me 
recer su devoción más absoluta. 
Llenar la cabeza, — como se dice 
con una materialidad muy elocuente,— 
de reglas y fórmulas, no es enseñar a 
obrar ni a pensar. Tal alumno brillan 
te de Lógica, que se sabe mil silogis 
mos de memoria, es incapaz de colocar 
en su puesto las premisas y la con 
clusión si se las presentan desarticu 
ladas. Es que no se aprenden con 
reglas, sino con gimnasia los movi 
mientos, así sean físicos, intelectuales 
o morales. No pretendamos, pues ense 
ñar moral con preceptos, porque nos 
exponemos a realizar la hazaña de aquel 
patán que, habiendo estudiado con su 
ma atención un manual del arte de na 
dar arrojóse al agua y se ahogó. Tra 
temos de dar la sensación de belleza 
que de sí sugieren las leyes morales; 
mostremos las armonías de la vida in 
dividual y colectiva; insistamos en los 
principios morales sin los cuales nues 
tras instituciones son máquinas sin mo 
tor; cantemos a la victoria del hombre 
sobre la materia y sobre sí mismo; ele 
vemos un culto al esfuerzo de la volun 
tad soberana y vencedora; despertemos 
el decoro, el aprecio de si mismo y el 
sentimiento de la responsabilidad, y 
enseñemos, con perseverancia, esa bella 
filosofía del optimismo, que es compa 
ñera inseparable de todo lo que flota 
como ideal, belleza, risa, amor, entu 
siasmo, esperanza y deseo, sobre el es 
tercolero de la vida,—que es abono ex 
celente para que sobre él nazcan, colo 
sales y policromas, las flores del en 
sueño! ... 
Ernesto León O’dena
	        
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