LETRAS
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Para mi amigo el Sr. Manuel Riquelme.
Yo xio sé que raro ensueño de deleite misterioso
me produce
La inocente dulcedumbre de la música nativa;
Ni que fuerza inexplicada la provoca y acrecienta,
y agiganta,
Despertando el sentimiento de la raza nacional.
Solo sé que cuando escucho sus arpegios incontados,
cadenciosos,
Y sus rítmicos compaces de estructura singular,
Hay en mí una rara mezcla de valor y de dulzura,
y me siento
Un doncel no domeñado ni en las justas del amor.
Otras veces sueño y miro las tristuras del pasado
nacional,
Cual crepúsculo muriente de un muriente atardecer;
Y la música traduce con sus notas quejumbrosas
y apagadas,
El reflejo asaz viviente de esa pena singular.
Esa música no llora, pues, no rompe su dolor.
Es presea
Que ha adquirido como heren cia, del sufrido guaraní,
Que ha aprendido a guardar penas cual si fueran broqueladas
por el pecho,
Recipiente invulnerable que no estalla en erupción.
Y sus risas cristalinas más semejan el murmurio
de una fuente;
Más semejan el tranquilo deslizar de un arroyuelo,
Que el festín y carcajadas del noctámbulo pierrot.
Son sus risas
Simple arpegio que desgrana sus sonidos de cristal.
Cada nota que registra nuestra música nativa,
electriza
De manera misteriosa, todo entero nuestro ser,
Nos circunda y nos eleva hasta el mismo idealizado
cielo azul,
Cielo azul de las quimeras con que sueña el trovador.
Suene siempre victoriosa nuestra música del Himno
Nacional.
Y acreciente y acompañe sus magnéticas corrientes
Con el clásico alboreo de un sin par Cerro León.
Sentiremos
El orgullo de la raza, la bravura guaraní.
Y al final, como un idilio de dulzura sin igual,
suene el arpa;
Y al vibrar sus cuerdas tensas junto al mágico violín,
Emocione nuestro pecho, y que agite el corazón
sus latidos,
Al compás de tiernas polcas y del clásico chopí.
Juan R. DAHIQUIST