Full text: 1.1915=Nr. 5 (1915000105)

LETRAS 
275 
XXXXX50CCCCX 
XXXXXDO-JCOOCOOOOOCOOOOOOOOOOOCOOCCVX 
o 
R 
o 
N 
ATIVO 
Alberdi 
Discurso del Señor Manuel Qondra 
pronunciado en el acto de la inauguración 
de la estátua de Alberdi en Buenos Aires. 
Señores: 
En nombre del Instituto Paraguayo- y de 
la Municipalidad y prensa de la Asunción, 
deposito al pié de la estatua del doctor 
Alberdi esta corona, homenaje de un pue 
blo agradecido. Ella será en breve reem 
plazada por otra que, labrada en bronce y 
costeada por subscripción nacional, diga 
con más eficacia cuan firme, popular y du 
radero es el afecto que simboliza. 
Quieren las circunstancias que sea yo 
ahora el intérprete, poco autorizado por 
cierto, de ese sentimiento. Y bien, he de 
decirlo. Hay en él admiración por la obra 
de luz del pensador, respeto por las vir 
tudes del hombre austero, que supo hacer 
de su vida una convicción, y gratitud ha 
cia el ilustre publicista argentino que en los 
días de la gran querella supo sustraerse 
hasta a esos santos egoísmos del senti 
miento nacional, y cifrar y defender en el 
adversario sus propios ideales de derecho 
y de justicia americanos. 
No seré yo osado a hacer aquí un es 
tudio, siquiera sea breve, de la personali 
dad del Doctor Alberdi. Apenas si podría 
esbozarlo. Fué él uno de los hermanos ma 
yores de esa gran familia de intelectuales, 
cuya misión en el Plata parecería haber 
Sido completar con el cerebro la obra que 
sus padres realizaron con el brazo. La 
crítica, la verdadera crítica, no ha señala 
do aún el lugar definitivo que ocupa en 
la historia del pensamiento argentino, pe 
ro, no sé si es aventurado decir que ese 
lugar sera el del pensamiento más sagaz y 
el del escritor político más sugestivo de 
Sud América. No tuvo la caudalosa eru 
dición histórica del General Mitre, ni la 
imaginación desordenada pero genial de 
Sarmiento, ni la inmensa doctrina jurídica 
de Vélez, ni la cultura clásica y el decir 
castizo de Gutiérrez, ni la admirable duc 
tilidad del talento de Vicente Fidel López, 
pero tuvo, y en grado eminente, la visión 
honda, clara y serena de las cosas de Amé 
rica, y por eso supo, más que otro algu 
no, dejar en sus libros programas de go 
bierno para los estadistas efe las embrio 
narias repúblicas del continente. 
Alberdi comprendió que después de la 
independencia urgía la obra de europeizar 
a estos pueblos, y que era menester, antes 
que nada, anticiparse a llamar a la Euro 
pa del arado y la azada que coloniza, an 
tes de que viniese la del cañón y del sa 
ble, que conquista. Tuvo la intuición genial 
de que eso de que el mundo se rige por 
ideas no es más que una hermosa irreali 
dad de una ciencia más poética que posi 
tiva; que piara educar rápidamente grandes 
masas sociales, no basta transportar en li 
bros o en escuelas el substractum ideal de 
una civilización, sino que es menester tras 
ladar bloques enteros de esa misma cultu 
ra en grupos humanos, para que, por obra 
del ejemplo, se trasfunda el tesoro de 
ideas, de sentimientos y de costumbres que 
ellos encierran. La moderna ciencia fran-
	        
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