32
LETRAS
II
Perdonadme, amigos míos, que os haya
alejado un tanto de la figura del varón
glorioso, cuyo recuerdo vais a perpetuar
en un monumento evocador. Perdonadme
que haya recordado mi obra, a' saludar la
vuestra, y haya rendido tributo a mis
propias flaquezas en esta hora de repa
ración y. de justicia. Yo se qüe no fui si
no un oscuro instrumentó de una fuerza que
venía de las profundidades del tiempo y
de la historia. Yo se que al hablar de
mis luchas, solo hablo de los primeros
sacudimientos de nuestro despertar, y que,
en realidad, mi persona se pierde ante
la magestad de los hechos. Yo no soy
sino un oscuro transeúnte, encargado de
abrir un camino para llegar a la luz. Soy
lo fugitivo, lo que ha de pasar, lo que
va pasando. Lo permanente es esa luz
que llena nuestra alma, que ilumina nues
tra conciencia, que templa nuestra volun
tad, que aclara nuestro' porvenir. La rea
lidad es nuestra gloria, en la que ya cree
mos, son nuestros héroes, que ya re
verenciamos, es nuestra de: rota con la que
ya no- nos conformamos !
La realidad es que el espíritu del ven
cedor de Curupayty llena en este momen
to nuestro corazón, preside este acto y
va a fulgurar mañana sobre su arrogan
te estatua !
Pues bien, amigos míos, permitidme que
os distraiga un momento más para ha
blaros de la transcendencia de es*us fies
tas y de la significación del soldado que
habéis escojido para honrar nuestro he
roísmo.
Como vosotros lo sabéis, el general
Díaz no fue una excepción. No fue nues
tro heroe, fué uno de nuestros héroes.
General improvisado en medio de los aza
res de la guerra, no conoció las amargu
ras dé la última hora, las tristezas de
la derrota. No fué de los que realizaron
el milagro de las Lomas Valentinas, ni de
los que cruzaron las ásperas Cordilleras
en pavorosa vía crucis. No conoció ios
rigores del hambre, ni supo de las des
nudeces postreras. No asistió a nuestra
agonía, no estuvo en Cerro - Corá.
No fué tampoco un genio de la gue
rra, ni un avisado estratega, ni un al
gebrista de las batallas.
El modesto hijo de Pirayú no tuvo más
abnegación, ni más intrepidez, ni más se
renidad, ni más constancia que ninguno
de sus compañeros. No fué más vale
roso que Delgado, ni más inteligente que
Aquino, ni más sereno que Bruguéz, ni
más c ostante que Roa, ni más audaz que
Genes, ni más intrépido que Caballero, ni
más organizador que Resquin. Si venció
detrás de sus trincheras memorables, otros
vencieron en campo abierto; si el: 24 de
Mayo cargó como un suicida, al frente
de sus batallones, otros llegaron hasta las
baterías enemigas, golpeando con sus sa
bles victoriosos las bocas humeantes de
los cañones; si el 2 de Mayo desbarató a
la vanguardia de los aliados, en un avance
irresistible, poco antes, en Corrales, dos
oscuros oficiales, al frente de 450 infan
tes, derrotaron .a 5.000 argentinos, en la
más estupenda de las batallas; si el Be^
llaco' habla de sus hazañas, Humaitá nos
habla de Hermosa, Itapcrú de Fa iña, Isla
Peí de Martínez, Tebicuary de Bada, Ho
rero de Rivarola, ltá Ibaté de Montiel,
Rubio-ñú de Oviedo, Piribebuy de Caba
llero', Aquidabán del viejo Sánchez y la
patria entera de! que fué brazo y pensa
miento', fuego sagrado y rayo vengador,
de! que llevó en su alma .toda la ener
gía de la raza y fué la síntesis humana
de nuestra desesperada resistencia ...
Díaz fué heróicos pero también lo fué
el que desde un lanchón artillado se ba
tía impertérrito con toda la escuadra aco
razada del Imperio' del Brasil.
Díaz fué audaz, pero también lo fué
el que en frágiles canoas abordaba los
monitores enemigos.
Díaz fué sereno, pero también lo fue
ron los que sabían marchar a la muerte,
con trío estoicismo, sin medir el peligro,
ni esperar siquiera la victoria.