Full text: 2.1916=Nr. 1 (1916000201)

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LETRAS 
su dinero, de su voto, de su pensamiento, 
de su palabra, de su brazo». 
Todas estas armas lian sido de parle de 
Alberdi objeto de un estudio especial: sus 
obras son como un gran arsenal donde se 
hallan distribuidas, en admirable orden, las 
armas de combate de la democracia. Lo 
que hace falta es que el pueblo las conoz 
ca, paira que 1 as use; y las use tal como 
él lo enseñó, en la forma que ha de ase 
gurar su bienestar. 
«Un ciudadano que sabe ser libre, dice 
Alberdi, tiene tanto que hacer como un 
ministro. Todo este saber constituye una 
ciencia y una educación: la educación en 
la práctica del gobierno, la ciencia de la 
libertad». 
Que esta educación y esta ciencia des 
ciendan al pueblo, influyan en sus acciones, 
dirijan su vida. La América debía hacer 
accesibles a todos sus hijos las enseñanzas 
democráticas del gran pensador. No hay 
un pueblo americano que no aprovecharía 
de ello. 
* * * 
Hacer conocer a Alberdi es erigirle su 
mejor monumento; porque a medida que 
sea más conocido, resultará mas grande. 
El Paraguay tiene con Alberdi una deu 
da especial de gratitud. No hay un para 
guayo que no sepa que Alberdi fué su de 
fensor, cuando el rayo de la guerra aso 
laba nuestra pa^-ia. 
Esa defensa no fué un accidente aislado 
de su vida de pensador, sino un trozo inse 
parable de la gran construcción de sus 
ideas. Los odios han pasado, deben pasar; 
pero la verdad es eterna. Es por eso 
que esos acentos que conmovieron a Amé 
rica, durarán lo que no ha durado el 
efímero sonido del clarín del vencedor. 
Y cuando los últimos residuos de nues 
tras viejas malquerencias sean barridos por 
la marcha triunfal de la cultura, trocán 
dose en el abrazo de los hermanos del 
continente—por la solidaridad de los in 
tereses económicos e internacionales — se 
destacará en toda su grandeza aquel co 
razón eminentemente americano'. 
i.' « .• -••• 
Fulgencio R, MORENO 
Asunción, Agosto 20 de 1910.
	        
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