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LETRAS
económicas producidas en su país por la
conflagración ultramarina.
Es lo que repito a los metalizados o
petrificados en la prosa de la vida rio-
platen.se. Gracias a ese mal por nosotios
inevitable, oyen siquiera ahora la voz de
un verdadero poeta. Ojalá al oírla se ele
ven y dignifiquen sus conciencias.
No tienen reparos que poner ni aún mi
rando al través de su prisma utilitario.
Vicente Medina es un trabajador honra
do, intelijente y laborioso tanto como hace
falta para haber sido durante mucho tiem
po contador en un banco de Cartajena
y desde 4 años atrás en un'o de Rosario
de Santa Fé.
No 1 será, pues, poeta entero según que
ría Menendez y Pelayo al juzgar a N .ñez
de Arce.
Pero su contextura poética es lo bas
tante a resistir hasta los desaires del mer
cantilismo que nos subyuga.
Don Eusebio Lillo, el del himno chi.e-
no, me decía que era ponerse en trances
incómodos esto de hacer versos en una
sociedad demasiado prosaica. «Parece que
uno fuera informal, poco serio», me repetía.
Sin embargo, ésta falta de seriedad fren
te a los grandes señores, políticos o es
tadistas o personajes de la alta banca
muy bien puede perdonarse cuando no se
hace versos todo el día ni todos los días.
Vicente Medina, que en el dialecto mur
ciano (si es dialecto) representa lo que
Curros Enriquez en el gallego y Verda-
guer, Guimerá y tantos otros en el cata
lán, no vive de la poesía... ¡La Poesía
vive de él !
El pone su cordura en la vida diaria
y su locura en los versos como Anosto.
Por eso es un poeta que no llama ni
llamará la atención del momento. Aunque
le aplaudamos los que acabamos de leer
sus Canciones de la guerra en este cru
jir de trigo que va de 1.a Argentina y
ese retumbar de cañones, que repercute de
Europa hasta nosotros, nadie le va a oir
ahora, como merece.
«Es un iluso» dirá el filósofo de bocacalle.
* Es un poeta ramplón de sensiblería ro
mántica» dirá el decadente.
«Es un tonto» dirá el italiano que pre
tende comer el Austria de un bocado o
el hispano que sueña en la reconquista de
Gibraltar.
«Es un versificador enfundado en je
suitismo» dirá el librepensador obrero o
ignorante—para la ignorancia está la liber
tad. Eso de lamentarse por los males
ajenos no vale la pena si se trata de nia
les humanos; nuestra moda exije que nos
preocupemos de los perros y gatos de
las solteronas. Compadecer a Bélgica...
bah ! no cuadra al gato de la casa.
«Es un loco» dirá el científico trasno
chado que con su especialidad ha des
cubierto el secreto del mundo. El químico
exclamará que esos lamentos contra la
guerra son un óxido, una sal, a lo Bar-
trina.
El físico, el astrónomo
¿ Rara qué seguir ? El egoísmo y la
ignorancia no reconocen el aporte humano
que no sea de su especialidad.
Todo esto es cierto. Infalible más que
el Papa.
Con todo, estas voces aisladas como las
del gran poeta español, igual que la de
Cervantes, apagada por el rumor de las
cortes del siglo VI, resonarán en la pos
teridad.
No hago de profeta. No digo que Vi
cente Medina constelará en el mañana li
terario. Pero, sí, aseguro con todos los
sentimientos y convicciones de mi alma,
que estos pensamientos y nobles pasiones
de Medina, por lo menos irán a formar
muchísima fuerza, luz, calor y psiquis en
las constelaciones del porvenir.
Triunfe o no triunfe el Kaiser, un Vi
cente Medina tiene más vida que él en
la humanidad futura, durante la guerra
como durante la paz.
Hé ahí la suprema inmortalidad, mil ve
ces superior a la que buscan los Napo
leones auténticos o caricaturescos, barrien
do a cañonazos lo edificado en siglos
por la humanidad.
La inmortalidad de Jesús, la inmorta
lidad de Cervantes y de Pasteur y de
Platón. La del Bien, la Belleza y la
Verdad.
Ignacio a. PANE