Full text: 2.1916=Nr. 2 (1916000202)

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LÉTRAS 
VI 
Dime si todo es verdad, amor mío; di- 
mc si esto es verdad. Cuando estos 
ojos irradian sus relámpagos, las nubes 
oscuras se arremolinan en tu pecho en 
tempestuosa forma. 
¿ Es verdad que mis labios son fra 
gantes como el recien abierto- pimpollo del 
amor consciente ? 
¿ Se consumen en ini cuerpo, los recuer 
dos de los pasados meses de Mayo ? 
¿ Es verdad que la tierra, semajante a 
una arpa, vibra musicalmente al roce de 
mis pies ? 
¿ Es verdad que las gotas de rodo caen 
de los ojos de la noche cuando yo apa 
rezco y que es dichosa la manana cuan 
do con su ténue luz envuelve mi cuerpo ? 
¿ Es verdad que tu amor solitario via 
jó a través de las edades y de los mun 
dos en mi busca ? 
¿ Que, cuando por fin tú me encon 
traste, ese deseo de toda tu vida halló re 
poso en mis dulces palabras, en mis ojos, 
en mis labios y en mi flotante cab-el.era í 
¿ Es verdad, entonces, que el misterio 
del Infinito está escrito en esta pequeña 
frente mía ? 
Dime, amado mío: ¿ es verdad todo 
esto ? 
Vil 
Tomaré lo que me den tus bondadosas 
manos; no pido otra cosa. 
—Sí, sí, ya te conozco, humilde men 
dicante, tú pides todo lo que uno tiene. 
—Si hay para mí alguna flor extraviaba, 
dámela que la llevaré en mi corazón. 
—¿ Y si tuviese espinas ? 
-—No importa, soportaré sus dolores. 
—Sí, sí, ya te conozco, humilde men 
dicante, tú pides todo lo que uno tiene. 
—Si una sola vez tú levantaras tus ojos 
hacia mi rostro, mi vida se llenaría de 
dulzura, hasta más allá de la muerte. 
—¿ Y si las miradas fuesen crueles dar 
dos ? 
—Las conservaría atravesadas en mi co 
razón. 
—Sí, sí, ya te conozco, humilde men 
dicante, tú pides todo lo que uno tiene. 
VIH 
Arrojé la red al mar, muy de mañana. 
Extraje del oscuro abismo cosas de 
extraño aspecto y rara belleza: unas lu 
cían como sonrisas, otras brillaban como 
lágrimas y algunas se enrojecían como 
las mejillas de una novia. 
Cuando agobiado por la pisada carga 
de mi cotidiana labor llegue a mi casa, 
mi amada se hallaba sentada en el jar 
dín, deshojando una f.or. 
Miró mi carga y exclamó : ¡ Qué cosas 
raras ! ¿ para qué sirven ? 
Incliné mi cabeza avergonzado y pen 
sativo. 
«Con nadie me he balido para obtener 
estas cosas, pensé; tampoco las he com 
prado en el mercado: no son, por lo tan 
to, dignas de ella ». 
Y toda la noche estuve ocupado en 
arrojarlas, una a úna por mi ventana, a 
la calle. 
Por la mañana llegaron los viajeros, las 
recogieron y se las llevaron a sus le 
janos países. 
IX 
No guardes para ti, amigo mío, el se 
creto de tu corazón. 
Dímelo- a mí, sólo a mí secretamente. 
Tú que con tal suavidad sonríes, no te 
mas ... dímelo quedamente, que te es 
cuchará mi corazón, no mis oídos. 
La noche es profunda, fa casa está si 
lenciosa, el sueño ha amortajado los ni 
dos de los pájaros. 
Habíame a través de tus titubeantes lá 
grimas, con sonrientes tartamudeos y en 
tre dulces penas y dolores, dime el secre 
to de tu corazón.
	        
© 2007 - | IAI SPK
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