Full text: 2.1916=Nr. 4 (1916000204)

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LETRAS 
enemigo de ayer es el primero que hoy 
lo respeta en la América del Sur. 
A medida que el Perú se iba robustecien 
do, la obra estimulante de González Pia 
da fué perdiendo de su actualidad. Al fin 
no le quedó al buen ciudadano sino ca 
llarse. 
Los pueblos son tornadizos, ingratos. 
El Perú no quiso ser excepción. 
González Prada no se queja. Conténta 
se con vivir retraído. De vez en cuan 
do una vira conservadora busca el pecho 
de bronce. Pero lo que más hiere al 
púgil de seguro, no son buidas y vi 
brantes saetas sino la sorda, subterránea 
y bizca indiferencia; el deliberado silencio 
que se extiende en su torno. Para un 
hombre del Agora, ésa es la cruz. 
¡ Pobre Sansón ! Todas las tardes, has 
ta hace algún tiempo, se le veía a la 
misma hora, con fijeza cronométrica, en 
la Exposición, bello jardín de Lima, acom 
pañado de su esposa, una hebrea, y de 
su hijo. En 1912, se dignó aceptar el 
primero, el único cargo de su carrera pú 
blica : la Dirección de la Biblioteca Na 
cional. 
Pero es tan de presa este azar que al 
entrar en la Biblioteca sacó en las ga 
rras, por los cabellos, chorreando ridículo, 
al antiguo bibliotecario, aquel jacarandoso 
Ricardo Palma. Nadie olvida en Perú el 
folleto donde González Prada daba cuenta 
al Gobierno del estado como encontró la 
librería nacional. Y menos que nadie lo 
olvidará el viejo mulato Palma: quedó con 
vertido en calandrajo; quedó electrocutado, 
muerto. 
González Prada vivió siempre con mo 
destia, de su corto patrimonio. 
Como Vigil, 'antiguo profesor de anti 
clericalismo en el Perú, ha sido Manuel 
González Prada modelo de amistad, de 
dignidad y de santidad laica. 
En el Perú de antaño 1 , en la nación' pu 
rulenta que él mismo apostrofó con cru 
deza hebraica, pudo considerarse a Gon 
zález Prada como González Prada consi 
deró a otro peruano: «columna de már 
mol, a orillas de un río cenagoso». 
V 
El hombre de ideas 
En el Perú, González Prada ha puesto 
¡deas en circulación. ¿ Ideas nuevas ? No. 
¿ Cuántos hombres han introducido, no 
ideas, sino una sola idea en el acervo 
común ? ¿ Cuántos ? Lo que ha hecho 
González Prada, como tantos otros, es des 
cubrir verdades con relación a un objeto 
dado; crear ideas de relación. 
¿ Pero puede considerársele como a un 
filósofo ? 
Filósofo lo es por cuanto generaliza: 
ama las ideas generales. Lo es en el 
sentido^ etimológico: ama la sabiduría. Lo 
es por su constante preocupación de bus 
car fórmulas de mejora humana. No lo 
es en el sentido, un poco anticuado, de 
creador de sistemas especulativos para co 
nocer la verdad o parcelas de verdad. Se 
reduce este pensador, mixto de hombre 
de acción, a meditar por sí propio; lo| que 
vale decir, con independencia, sobre cues 
tiones espirituales qué preocupan a los 
animales de razón; y a divulgar aquellas 
ideas con las que imagina que el hom 
bre gana. Porque la primera preocupa 
ción de González Prada — recuérdese bien 
—no será de pura abstracción especulativa, 
sino de contribuir al mejoramiento social. 
Es enemigo de las religiones. 
«Toda religión, dice, resuelve a prio- 
ri los problemas físicos y morales, for 
ma una cosmogonía fantástica, algo así 
como la teoría de los colores por un cie 
go ». «Los antropoidea, al acercarse al 
hombre, se despojan de la cola; las inte 
ligencias, al perfeccionarse, pierden la re 
ligiosidad ». 
No cree en vida futura ni en inmorta 
lidad del alma. Es ateo. 
«Hasta hoy, ¿ a qué se reducen Dios 
y el alma ? ¿A dos entidades hipotéticas, 
imaginadas para explicar el origen de las 
cosas y las funciones del cerebro ?» 
La vida y la muerte las encara sin 1 pa 
lidecer. 
«¿ Para qué este hambre de vivir ? Si
	        
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