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LETRAS
enemigo de ayer es el primero que hoy
lo respeta en la América del Sur.
A medida que el Perú se iba robustecien
do, la obra estimulante de González Pia
da fué perdiendo de su actualidad. Al fin
no le quedó al buen ciudadano sino ca
llarse.
Los pueblos son tornadizos, ingratos.
El Perú no quiso ser excepción.
González Prada no se queja. Conténta
se con vivir retraído. De vez en cuan
do una vira conservadora busca el pecho
de bronce. Pero lo que más hiere al
púgil de seguro, no son buidas y vi
brantes saetas sino la sorda, subterránea
y bizca indiferencia; el deliberado silencio
que se extiende en su torno. Para un
hombre del Agora, ésa es la cruz.
¡ Pobre Sansón ! Todas las tardes, has
ta hace algún tiempo, se le veía a la
misma hora, con fijeza cronométrica, en
la Exposición, bello jardín de Lima, acom
pañado de su esposa, una hebrea, y de
su hijo. En 1912, se dignó aceptar el
primero, el único cargo de su carrera pú
blica : la Dirección de la Biblioteca Na
cional.
Pero es tan de presa este azar que al
entrar en la Biblioteca sacó en las ga
rras, por los cabellos, chorreando ridículo,
al antiguo bibliotecario, aquel jacarandoso
Ricardo Palma. Nadie olvida en Perú el
folleto donde González Prada daba cuenta
al Gobierno del estado como encontró la
librería nacional. Y menos que nadie lo
olvidará el viejo mulato Palma: quedó con
vertido en calandrajo; quedó electrocutado,
muerto.
González Prada vivió siempre con mo
destia, de su corto patrimonio.
Como Vigil, 'antiguo profesor de anti
clericalismo en el Perú, ha sido Manuel
González Prada modelo de amistad, de
dignidad y de santidad laica.
En el Perú de antaño 1 , en la nación' pu
rulenta que él mismo apostrofó con cru
deza hebraica, pudo considerarse a Gon
zález Prada como González Prada consi
deró a otro peruano: «columna de már
mol, a orillas de un río cenagoso».
V
El hombre de ideas
En el Perú, González Prada ha puesto
¡deas en circulación. ¿ Ideas nuevas ? No.
¿ Cuántos hombres han introducido, no
ideas, sino una sola idea en el acervo
común ? ¿ Cuántos ? Lo que ha hecho
González Prada, como tantos otros, es des
cubrir verdades con relación a un objeto
dado; crear ideas de relación.
¿ Pero puede considerársele como a un
filósofo ?
Filósofo lo es por cuanto generaliza:
ama las ideas generales. Lo es en el
sentido^ etimológico: ama la sabiduría. Lo
es por su constante preocupación de bus
car fórmulas de mejora humana. No lo
es en el sentido, un poco anticuado, de
creador de sistemas especulativos para co
nocer la verdad o parcelas de verdad. Se
reduce este pensador, mixto de hombre
de acción, a meditar por sí propio; lo| que
vale decir, con independencia, sobre cues
tiones espirituales qué preocupan a los
animales de razón; y a divulgar aquellas
ideas con las que imagina que el hom
bre gana. Porque la primera preocupa
ción de González Prada — recuérdese bien
—no será de pura abstracción especulativa,
sino de contribuir al mejoramiento social.
Es enemigo de las religiones.
«Toda religión, dice, resuelve a prio-
ri los problemas físicos y morales, for
ma una cosmogonía fantástica, algo así
como la teoría de los colores por un cie
go ». «Los antropoidea, al acercarse al
hombre, se despojan de la cola; las inte
ligencias, al perfeccionarse, pierden la re
ligiosidad ».
No cree en vida futura ni en inmorta
lidad del alma. Es ateo.
«Hasta hoy, ¿ a qué se reducen Dios
y el alma ? ¿A dos entidades hipotéticas,
imaginadas para explicar el origen de las
cosas y las funciones del cerebro ?»
La vida y la muerte las encara sin 1 pa
lidecer.
«¿ Para qué este hambre de vivir ? Si