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LETRAS
da expresada por algunos de haber sido
la producción del autor del Nocturno an
terior a nuestra Reforma. «La muerte de
la emperatriz de la China » — publicado re
cientemente en francés en la colección « Les
mille nouvelles nouvelles», — es un cuento
ingenuo, de escasa intriga, con algún eco
a lo Daudet. «A una estrella», canto pa
sional, romanza, poema en prosa, en que
la idea se une a la musicalidad de la palabra.
Luego viene la parte de verso del pe
queño volumen. En los versos seguía el
mismo método que en la prosa: la apli
cación de ciertas ventajas verbales de otras
lenguas, en este caso principalmente del
francés, al castellano. Abandono de las
ordenaciones usuales de los clisés consue
tudinarios; atención a la melodía interior,
que contribuye al éxito de la expresión rít
mica; novedad en los adjetivos, estudio y
fijeza del significado etimológico de cada
vocablo, aplicación de la erudición oportu
na, aristocracia léxica. En «Primaveral»
—de .« El año lírico», — creo haber da
do una nueva nota en la orquestación del
romance, con -todo y contar con antecesores
tan ilustres al respecto como Góngora y
el cubano Zenea. En «Estival» quise rea
lizar un trozo de fuerza. Algún escaso
lector de tierras calientes ha querido dar
a entender que — ¡ tratándose de tigres !
—mi trabajo podía ser, si no hurto, tra
ducción, de Leconte de Lisie. Cualquiera
puede desechar la inepta insinuación con
recorrer toda la obra del poeta de «Poé-
mes barbares». Ello me hizo sonreir, co
mo el venerable «Atheneum» de Londres,
que porque hablo de toros salvajes en unos
de mis versos, me compiara con Mistral. En
« Autumnal» vuelve el influjo de la música,
una música íntima, «di camera», y que
contiene las gratas aspiraciones amorosas
de los mejores años, la nostalgia de lo
aun no encontrado — y que, casi siempre,
no se encuentra nunca tal como se sueña.
Hay en seguida, aconsonantando con ib
anterior, la versión de un «Pensamiento
de otoño», de Armand Silvestre. Bien sa
bido es que, a pesar de sus particularida
des harto rabelaisianas y de su excesiva
«galoiserie», Silvestre era un poeta en oca
siones delicado, fino y sentimental. «Anag-
ke» es una poesía aislada y que no se
compadece con mi fondo cristiano. Vale
ra la censura con razón, y ella no tuvo po
siblemente, más razón de ser que un mo
mento de desengaño, y el acíbar de lectu
ras poco propias para levantar el espíritu
a la luz de las supremas razones. El más
intenso teólogo puede deshacer en un ins
tante la reflexión del poeta en es¡e instan
te pesimista, y demostrar que tanto el ga
vilán como la paloma forman parte inte
grante y justa de la concorde unidad del
universo; y que, piara la mente infinita, no
existen, como para la limitada mente hu
mana, ni Arimanes, ni Ormutz. Concluye
el l’brito con una serie de sonetos: « Cau-
policán», que inició la entrada del soneto
alejandrino a la francesa en nuestra lengua,
—al menos según mi conocimien'o. Apli
cación a igual poema de forma fija, de
versos de quince sílabas, se advierte en
«Venus», Otro soneto a la francesa y de
asunto parisiense: «De invierno». Luego
retratos líricos, medallones,, de poetas que
eran algunos de mis admiraciones de en
tonces: Leconte de Lisie, Catulle Mendés,
el yanqui Walt Whitman, el cubano* J.
J. Palma, el mejicano Díaz Mirón, a quien
imitara en ciertos versos agregados en edi
ciones posteriores de « Azul...», y que
empiezan:
Nada más triste que un titán que llora,
Hombre-montaña encadenado a un lirio,
Que g;ime, fuerte, que, pujante, implora,
Víctima propia en su fatal martirio.
Tal fué mi primer libro, origen de las
bregas posteriores, y que, en una mañana
de primavera, me ha venido a despertar los
más gratos y perfumados recuerdos de mi
vida pasada, allá en el bello* país de Chi
le. Si mi «Azul...» es una producción
de arte puro, sin que tenga nada de do
cente ni de propósito moralizador, no es
tampoco lucubrado de manera que cause
la menor delectación amorosa. Con todos
sus defectos, es de mis preferidas. Es una
obra, repito, que contiene la flor de mi
juventud, que ■ exterioriza la íntima poesía
de las primeras ilusiones y que está im
pregnada de amor al arte y de amor al amor.
Rubén DARIO