Full text: 2.1916=Nr. 4 (1916000204)

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LETRAS 
da expresada por algunos de haber sido 
la producción del autor del Nocturno an 
terior a nuestra Reforma. «La muerte de 
la emperatriz de la China » — publicado re 
cientemente en francés en la colección « Les 
mille nouvelles nouvelles», — es un cuento 
ingenuo, de escasa intriga, con algún eco 
a lo Daudet. «A una estrella», canto pa 
sional, romanza, poema en prosa, en que 
la idea se une a la musicalidad de la palabra. 
Luego viene la parte de verso del pe 
queño volumen. En los versos seguía el 
mismo método que en la prosa: la apli 
cación de ciertas ventajas verbales de otras 
lenguas, en este caso principalmente del 
francés, al castellano. Abandono de las 
ordenaciones usuales de los clisés consue 
tudinarios; atención a la melodía interior, 
que contribuye al éxito de la expresión rít 
mica; novedad en los adjetivos, estudio y 
fijeza del significado etimológico de cada 
vocablo, aplicación de la erudición oportu 
na, aristocracia léxica. En «Primaveral» 
—de .« El año lírico», — creo haber da 
do una nueva nota en la orquestación del 
romance, con -todo y contar con antecesores 
tan ilustres al respecto como Góngora y 
el cubano Zenea. En «Estival» quise rea 
lizar un trozo de fuerza. Algún escaso 
lector de tierras calientes ha querido dar 
a entender que — ¡ tratándose de tigres ! 
—mi trabajo podía ser, si no hurto, tra 
ducción, de Leconte de Lisie. Cualquiera 
puede desechar la inepta insinuación con 
recorrer toda la obra del poeta de «Poé- 
mes barbares». Ello me hizo sonreir, co 
mo el venerable «Atheneum» de Londres, 
que porque hablo de toros salvajes en unos 
de mis versos, me compiara con Mistral. En 
« Autumnal» vuelve el influjo de la música, 
una música íntima, «di camera», y que 
contiene las gratas aspiraciones amorosas 
de los mejores años, la nostalgia de lo 
aun no encontrado — y que, casi siempre, 
no se encuentra nunca tal como se sueña. 
Hay en seguida, aconsonantando con ib 
anterior, la versión de un «Pensamiento 
de otoño», de Armand Silvestre. Bien sa 
bido es que, a pesar de sus particularida 
des harto rabelaisianas y de su excesiva 
«galoiserie», Silvestre era un poeta en oca 
siones delicado, fino y sentimental. «Anag- 
ke» es una poesía aislada y que no se 
compadece con mi fondo cristiano. Vale 
ra la censura con razón, y ella no tuvo po 
siblemente, más razón de ser que un mo 
mento de desengaño, y el acíbar de lectu 
ras poco propias para levantar el espíritu 
a la luz de las supremas razones. El más 
intenso teólogo puede deshacer en un ins 
tante la reflexión del poeta en es¡e instan 
te pesimista, y demostrar que tanto el ga 
vilán como la paloma forman parte inte 
grante y justa de la concorde unidad del 
universo; y que, piara la mente infinita, no 
existen, como para la limitada mente hu 
mana, ni Arimanes, ni Ormutz. Concluye 
el l’brito con una serie de sonetos: « Cau- 
policán», que inició la entrada del soneto 
alejandrino a la francesa en nuestra lengua, 
—al menos según mi conocimien'o. Apli 
cación a igual poema de forma fija, de 
versos de quince sílabas, se advierte en 
«Venus», Otro soneto a la francesa y de 
asunto parisiense: «De invierno». Luego 
retratos líricos, medallones,, de poetas que 
eran algunos de mis admiraciones de en 
tonces: Leconte de Lisie, Catulle Mendés, 
el yanqui Walt Whitman, el cubano* J. 
J. Palma, el mejicano Díaz Mirón, a quien 
imitara en ciertos versos agregados en edi 
ciones posteriores de « Azul...», y que 
empiezan: 
Nada más triste que un titán que llora, 
Hombre-montaña encadenado a un lirio, 
Que g;ime, fuerte, que, pujante, implora, 
Víctima propia en su fatal martirio. 
Tal fué mi primer libro, origen de las 
bregas posteriores, y que, en una mañana 
de primavera, me ha venido a despertar los 
más gratos y perfumados recuerdos de mi 
vida pasada, allá en el bello* país de Chi 
le. Si mi «Azul...» es una producción 
de arte puro, sin que tenga nada de do 
cente ni de propósito moralizador, no es 
tampoco lucubrado de manera que cause 
la menor delectación amorosa. Con todos 
sus defectos, es de mis preferidas. Es una 
obra, repito, que contiene la flor de mi 
juventud, que ■ exterioriza la íntima poesía 
de las primeras ilusiones y que está im 
pregnada de amor al arte y de amor al amor. 
Rubén DARIO
	        
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